martes, 12 de mayo de 2015

“Pensamientos” - Blaise Pascal.

Prof. Antonella Mármol Vila.
Asignatura: Filosofía y Crítica de los Saberes.
Curso: 1º Bachillerato.

Selección de fragmentos de texto perteneciente al libro: “Pensamientos”
Autor: Blaise Pascal.

La grandeza del hombre es grande, porque el hombre conoce su miseria. Un árbol no conoce su miseria. Es, pues, ser miserable el hecho de sentirse miserable, pero es ser grande el hecho de conocer que se es miserable. Tales miserias no provienen sino de la grandeza misma. Son miserias de gran señor, de rey desposeído.
El hombre no es más que un junco, el más débil de la naturaleza, pero un junco que piensa. No es necesario que el Universo entero se arme para aplastarle. Un vapor, una gota de agua, son bastante para hacerlo perecer. Pero, aun cuando el Universo le aplastara, el hombre sería más noble que lo que le mata, porque él sabe que muere. Y la ventaja que el Universo tiene sobre él, el Universo no la conoce.
(…) por el espacio el Universo me comprende y me contiene, como un punto; por el entendimiento, yo lo comprendo a él.
Yo puedo concebir un hombre sin manos, pies, cabeza, porque sólo la experiencia puede enseñarnos que la cabeza es más necesaria que los pies; pero no puedo concebir un hombre sin pensamiento: sería una piedra o un animal.
Es, pues, el pensamiento, lo que hace el ser del hombre, sin lo cual no puede ser concebido. ¿Qué es lo que siente placer en nosotros? ¿La mano? ¿El brazo? ¿La carne? ¿La sangre? Vése cómo es preciso que sea algo inmaterial.
El hombre está visiblemente construido para pensar: esto es toda su dignidad y todo su mérito y todo su deber consiste en pensar como es debido; y el orden del pensamiento es empezar por sí mismo, y por su autor y su fin.
Pero ¿en qué piensan las gentes? Jamás en esto, sino en danzar, tocar el laúd, cantar, hacer versos, correr sortijas, construir seres y hacerse rey sin pensar en qué consiste el ser rey y el ser hombre.
Nada puede hacernos entrar en la miseria de los hombres tanto como considerar la causa verdadera de la perpetua agitación en que pasan la vida.
El alma es arrojada al cuerpo, para residir en él durante poco tiempo. Ella sabe que esto no es más que un tránsito para el viaje eterno y que tiene el poco tiempo que dura la vida para prepararse a éste. Del poco tiempo aún las necesidades de la vida le toman una buena parte. Le queda poquísimo de qué disponer. Pero este poquísimo que le queda le incomoda tanto (…) que no piensa sino en perderlo. Es para ella una pena insoportable estar obligada a vivir a solas y pensar en sí misma. Así, lo que procura es olvidarse de sí, y dejar volar este tiempo tan corto y tan precioso sin reflexionar, ocupándose en cosas que le impidan pensar en su fin.
Este es el origen de todas las ocupaciones (…) de los hombres y de todo aquello que se llama diversión o pasatiempo, porque el objeto de estas cosas es, en efecto, pasar el tiempo sin sentirlo, o mejor, sin sentirse uno mismo, y evitar, perdiendo una parte de la vida, la amargura y el disgusto interior que acompañarían necesariamente la atención que uno consagraría a sí mismo durante este tiempo. El alma no encuentra nada en sí misma que la contente; no ve nada que no le aflija cuando piensa en ello, lo que le obliga a esparcirse en lo exterior, buscando por su aplicación a las cosas exteriores la manera de perder el recuerdo de su estado verdadero. Su gozo consiste en el olvido, y basta, para hacerle desdichado, obligarle a estar a solas consigo misma.
Cosa peligrosa es hacer ver con exceso al hombre cómo es semejante a las bestias, sin mostrarle su grandeza a la vez. Pero aún es más peligroso hacerle ver demasiado su grandeza sin su bajeza. Y aún lo es más dejarle ignorar lo uno y lo otro. Pero es muy útil imponerle de lo uno y de lo otro.
No es bueno que el hombre se crea igual a las bestias ni (que crea que es igual) a los ángeles, ni que ignore lo uno y lo otro; sino que sepa lo uno y lo otro.
           

Pascal, B.; “Pensamientos”; Editorial Losada; Bs.As.; 1977.

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