sábado, 22 de agosto de 2015

Profesora: Antonella Mármol Vila.
Asignatura: Filosofía y Crítica de los Saberes.
Curso: 4º año.


¿Hasta qué punto el lenguaje preforma el pensamiento?

Relevancia del lenguaje en la filosofía de Hans-Georg Gadamer
Selección de textos


   Texto Nº 1: El ser del lenguaje

 “El lenguaje no es un medio más que la conciencia utiliza para comunicarse con el mundo (…) El lenguaje no es un medio ni una herramienta. Porque la herramienta implica esencialmente que dominamos su uso, es decir, la tomamos en la mano y la dejamos una vez que ha ejecutado su servicio. No ocurre lo mismo cuando tomamos en la boca las palabras de un idioma y las dejamos después de su uso en el vocabulario general que tenemos a nuestra disposición. Esa analogía es errónea porque nunca nos encontramos ante el mundo como una conciencia que, en un estado a-lingüístico, utiliza la herramienta del consenso. El conocimiento de nosotros mismos y del mundo implica siempre el lenguaje, el nuestro propio. Crecemos, vamos conociendo el mundo, vamos conociendo a las personas y en definitiva a nosotros mismos a medida que aprendemos a hablar. Aprender a hablar no significa utilizar un instrumento ya existente para clasificar ese mundo familiar y conocido, sino que significa la adquisición de la familiaridad y conocimiento del mundo mismo tal como nos sale al encuentro.”

Gadamer, Hans-Georg; “Verdad y método II”; Capítulo XI:Hombre y   lenguaje;    Editorial Hermeneia.


   Texto Nº 2Relación entre lenguaje y pensamiento

“La duda radical es si podemos evadirnos del círculo mágico de nuestra educación lingüística, de nuestros hábitos lingüísticos y de nuestro modo de pensar mediado lingüísticamente (…)
Nadie negará que nuestro lenguaje ejerce una influencia en nuestro pensamiento. Pensamos con palabras. Pensar significa pensarse algo. Y pensarse algo significa decirse algo. En este sentido Platón conoció a la perfección la esencia del pensamiento cuando lo define como el diálogo interno del alma consigo misma (…) Es nuestra experiencia lingüística (…) la que abre y ordena el mundo en todos los ámbitos de la experiencia. Lo que nos ocurre en el lenguaje, nos ocurre también en nuestra propia orientación vital: estamos familiarizados con un mundo preformado y convencional. No hay ninguna frontera para el diálogo del alma consigo misma. Tal es la tesis que yo opongo a la sospecha de ideología lanzada contra el lenguaje.
Es, pues, la pretensión de universalidad del lenguaje lo que voy a defender con razones. Podemos convertir todo en lenguaje y podemos tratar de ponernos de acuerdo sobre todo.” 

Gadamer, Hans-Georg; “Verdad y método II”; Capítulo XV: ¿Hasta qué  punto el  lenguaje   preforma el pensamiento?; Editorial Hermeneia.


   Fragmentos: Interpretación y comprensión del mundo

“(…) el lenguaje es el medio universal en el que se realiza la comprensión misma. La forma de realización de la comprensión es la interpretación.”

“Todo comprender es interpretar, y toda interpretación se desarrolla en el medio de un lenguaje que pretende dejar hablar al objeto y es al mismo tiempo el lenguaje propio de su intérprete.”

 “El lenguaje no es sólo una de las dotaciones de que está pertrechado el hombre tal como está en el mundo, sino que en él se basa y se representa el que los hombres simplemente tengan mundo (…) esta existencia del mundo está constituida lingüísticamente.”

“(…) el lenguaje sólo tiene su verdadera existencia en el hecho de que en él se representa el mundo.”

Gadamer,  Hans-Georg;  “Verdad y método”;   Capítulo IX: “La historicidad de la comprensión como principio hermenéutico”; Ediciones Sígueme; Salamanca; 1977.

viernes, 7 de agosto de 2015

Antropología filosófica - Ernst Cassirer

Prof. Antonella Mármol Vila.
Asignatura: Filosofía y Crítica de los Saberes.
Curso: 1º Bachillerato.


Selección de texto perteneciente al libro: “Antropología filosófica”
Autor: Ernst Cassirer.


“El hombre, como si dijéramos, ha descubierto un nuevo método para adaptarse a su ambiente. Entre el sistema receptor y el efector, que se encuentran en todas las especies animales, hallamos en él como eslabón intermedio algo que podemos señalar como sistema “simbólico”. Esta nueva adquisición transforma la totalidad de la vida humana. Comparado con los demás animales el hombre no sólo vive en una realidad más amplia sino, por decirlo así, en una nueva dimensión de la realidad. Existe una diferencia innegable entre las reacciones orgánicas y las respuestas humanas. En el caso primero, una respuesta directa e inmediata sigue al estímulo externo, en el segundo la respuesta es demorada, es interrumpida y retardada por un proceso lento y complicado de pensamiento. A primera vista semejante demora podría parecer una ventaja bastante equívoca; algunos filósofos han puesto sobre aviso al hombre acerca de este pretendido progreso. El hombre que medita, dice Rousseau, “es un animal depravado”: sobrepasar los límites de la vida orgánica no representa una mejora de la naturaleza humana sino su deterioro.
Sin embargo, ya no hay salida de esta reversión del orden natural. El hombre no puede escapar de su propio logro, no le queda más remedio que adoptar las condiciones de su propia vida; ya no vive solamente en un puro universo físico sino en un universo simbólico. El lenguaje, el mito, el arte y la religión constituyen partes de este universo, forman los diversos hilos que tejen la red simbólica, la urdimbre complicada de la experiencia humana. Todo progreso en pensamiento y experiencia afina y refuerza esta red. El hombre no puede enfrentarse ya con la realidad de un modo inmediato; no puede verla, como si dijéramos, cara a cara. La realidad física parece retroceder en la misma proporción que avanza su actividad simbólica. En lugar de tratar con las cosas mismas, en cierto sentido, conversa constantemente consigo mismo. Se ha envuelto en formas lingüísticas, en imágenes artísticas, en símbolos míticos o en ritos religiosos, en tal forma que no puede ver o conocer nada sino a través de la interposición de este medio artificial. Su situación es la misma en la esfera teórica que en la práctica. Tampoco en ésta vive en un mundo de crudos hechos o a tenor de sus necesidades y deseos inmediatos. Vive, más bien, en medio de emociones, esperanzas y temores, ilusiones y desilusiones imaginarias, en medio de sus fantasías y de sus sueños. “Lo que perturba y alarma al hombre —dice Epicteto—, no son las cosas sino sus opiniones y figuraciones sobre las cosas.”

Cassirer, E.; “Antropología filosófica”; F.C.E.; México; 1963.