martes, 1 de agosto de 2017

Pierre Thuillier. Selección de textos de la obra “De Arquímedes a Einstein. Las caras ocultas de la invención científica”

Filosofía de la Ciencia


Un perfil crítico acerca de la labor científica

š Selección de texto perteneciente a la obra “De Arquímedes a Einstein. Las caras ocultas de la invención científica”, de Pierre Thuillier.

“Los científicos, con paciencia y repetidos esfuerzos, acaban por escribir y explicar cada vez mejor determinados fenómenos. Tal vez no lleguen a la Verdad absoluta (lo que, por otra parte, pondría fin a la investigación científica), pero resuelven, con mayor o menor exactitud, un gran número de problemas. Con el transcurso del tiempo, se establece una selección de teorías. Aunque este saber sea siempre parcial y susceptible de modificarse o cuestionarse, resultaría vano impugnar radical y globalmente la fecundidad del trabajo de los investigadores. Cualesquiera que sean los fallos, e incluso los errores, la institución científica tiene, por decirlo así, un funcionamiento positivo y un rendimiento apreciable. No se trata, por consiguiente, de negar los méritos y los logros de «la ciencia» y sus servidores, sino de adoptar cierta actitud crítica ante la imagen que con frecuencia se ofrece. A pesar de los trabajos notables realizados por gran número de historiadores de la ciencia, siempre están en boga numerosos «mitos». Mitos que presentan el «Método Experimental» como el único que garantiza casi automáticamente el valor de los resultados obtenidos o, peor aún, que hacen creer en la inmaculada concepción de las teorías, como si los auténticos hombres de ciencia no tuviesen (y no debiesen tener) creencias filosóficas, prejuicios, pasiones, fantasmas, etc. Sobre todas estas cuestiones, que atañen «la imagen de la ciencia», es posible la polémica.
La objetividad, repetimos, constituye un ideal. ¿Quién no sueña con una ciencia perfecta que muestre la naturaleza tal como es? Pero estamos lejos de alcanzarlo. En concreto, el investigador se ve obligado a correr riesgos, a apoyarse sobre determinada concepción de la naturaleza, a postular relaciones que tal vez sean inexistentes, a formular conjeturas audaces e incluso temerarias, a «manipular» los hechos de forma a veces demasiado hábil. La índole de vulgata epistemológica que oculta más o menos deliberadamente estos aspectos de la realidad científica está orientada a ofrecer de ésta una imagen halagadora y, por decirlo así, aseptizada: el Sabio es un espíritu puro, frío, neutro y objetivo que se mueve en un vacío cultural e ideológico perfecto.(…)
Siempre se acaba llegando a la misma conclusión: el hombre de ciencia se comporta como si no tuviese un "perfil psicológico" singular; como si no tuviese una afectividad, pasiones, cultura, convicciones personales heredadas de su ambiente, y su educación; como si no tuviese historia ni, por supuesto, inconsciente.” [1]



[1] Thuillier, Pierre; “De Arquímedes a Einstein. Las caras ocultas de la invención científica”; Alianza Editorial; Madrid - España, 1990; p. 17-18 y 21.

Gérard Fourez. “La construcción del conocimiento científico: filosofía y ética de la ciencia”

Filosofía de la Ciencia

Un perfil crítico acerca de la labor científica

š Selección de texto perteneciente a la obra “La construcción del conocimiento científico: filosofía y ética de la ciencia”, de Gérard Fourez.

Cap. 2 El método científico:
        La observación

Un método dialéctico
En las páginas siguientes, emplearemos un método crítico dialéctico. Según este método, se parte de cómo, espontáneamente, la gente se representa algo. Un análisis crítico muestra los límites de esa representación. Finalmente, se llega a ofrecer otra forma de ver. Este método se llama dialéctico porque reproduce un esquema que se ha dado a conocer a partir de Hegel: primero se afirma una tesis, es decir, la manera en que se presenta la realidad. Después se presenta una antítesis, o sea, una negación de la tesis, negación que está provocarla por la aparición de otros puntos de vista. Finalmente, se presenta una síntesis que es un nuevo modo de ver, consiguiente a la crítica que se ha hecho.
Sin embargo, la síntesis no es una visión absoluta de las cosas: es sencillamente una nueva forma de ver tras el proceso dado. Se convierte en una nueva tesis, que a su vez se podrá confrontar con una antítesis, para dar una nueva síntesis, que a su vez se convertirá en una nueva tesis, etc.
Para ilustrar este método, supongamos que vemos a una persona que abre el capó de su coche. Tras una primera "mirada", nuestra representación-interpretación espontánea podría ser: "Está comprobando el nivel del aceite". Se diría que esa es la "tesis".
Luego, por no estar satisfechos con esa interpretación y después de un examen más detallado, podemos decir: "No es el aceite lo que le importa". Finalmente, esto puede llevar al planteamiento de una nueva forma de ver (hipótesis), por ejemplo: "Comprueba el carburador". El proceso puede continuar y se puede negar esa nueva "tesis", se puede dar una "antítesis", luego una nueva síntesis. La afinación crítica se hará cada vez que la nueva "tesis" ya no satisfaga nuestros proyectos.
El método que aquí se presenta se caracteriza por la sustitución incesante de las representaciones teóricos que tenemos de las cosas. Proponer un método semejante es privilegiar las rupturas típicas del paso de un estadio de conocimiento a otro. Veremos cómo al contrario se puede privilegiar la continuidad, por ejemplo, presentando el movimiento de los conocimientos como un proceso racional, completamente lógico, en el que, necesariamente, un estado se deriva del otro.
Más adelante veremos algunas implicaciones por el hecho de privilegiar la ruptura creadora en el conocimiento, más que la continuidad. Señalemos aquí simplemente que encontramos un punto de bifurcación significativo entre filósofos de las ciencias.
Algunos darán más importancia a la continuidad, otros a la ruptura. Más tarde habrá que examinar que los efectos de esa elección sobre la cultura y la sociedad -sus efectos "ideológicos"- no son en absoluto equivalentes.

Una "tesis": la representación de Claude Bernard
En este capítulo vamos a examinar el método científico partiendo de una representación relativamente corriente en nuestra sociedad (S.N.E.C. 1979), tomada, con muchas simplificaciones, de Claude Bernard. Este médico del siglo XIX escribió un libro importante llamado Introducción al estudio de la medicina experimental (1865, 1934) en el que describe el método científico con habilidad y matices, muchos más de los que se encuentran en la mayoría de los manuales de ciencias actuales que, sin embargo, dicen seguir el mismo esquema.
En general, una descripción clásica del método científico funciona de la siguiente manera: "Las ciencias parten de la observación fiel de la realidad. Seguidamente, se extraen las leyes de esa observación. Esas leyes se someten a comprobaciones experimentales y se prueban. Esas leyes probadas, finalmente se unen en teorías que describen la realidad".
Este es el modelo que vamos a examinar por medio del método dialéctico, mostrando cómo se puede tornar cierta distancia respecto de la visión espontánea obtenida de la observación, las leyes, las pruebas, los procesos de comprobación, etc., de forma que se logre tina visión siempre más crítica.
Esquema de la más espontánea representación de los métodos científicos (por estar socialmente condicionada):
- "observación" "fiel" de la "realidad";
- "deducción" o "hipótesis" en relación a las "leyes",
- "comprobaciones" experimentales;
- "pruebas";
- construcción de "teorías".

La observación científica
Según la visión espontánea que la mayoría de las personas tiene de la observación, ésta llega a las cosas "tal y como son". Por eso se dice con frecuencia que la observación debe ser fiel a la realidad y que en la comunicación de una observación sólo se puede informar de lo que existe. La observación sería una nueva atención pasiva, un puro estudio receptivo.
En el mundo existirían una serie de informaciones que habría que recibir lo más fielmente posible.

Observar es estructurar un modelo teórico
Si digo que hay una hoja de papel en el escritorio, sólo puedo decirlo a condición de tener una idea previa de lo que es una hoja de papel. Igualmente, si digo que se me cae el bolígrafo cuando lo suelto, tengo ya cierta idea "teórica" de lo que es arriba y lo que es abajo. Si observo el dibujo de la página, según lo organice, veré un pato o un conejo, una escalera vista desde arriba o vista desde abajo.
Si tomamos en consideración la figura de Hanson (1958), podremos además convencernos de que nuestra observación depende del contexto: según sea éste, tenderemos más a interpretar el dibujo como una cabeza de pájaro o como una de antílope: la forma en que nuestro entorno nos condiciona, influye de modo manifiesto en nuestro modo de "mirar".


Estos ejemplos demuestran que la observación no es puramente pasiva: más bien se trata de cierta organización de la visión. Si observo lo que hay sobre mi escritorio, para mí es una forma de poner orden en lo que observo. Sólo veré las cosas en la medida en que éstas se correspondan con un cierto interés. Casi automáticamente eliminaré de mi visión elementos ''que no forman parte de lo que observo" (por ejemplo, si examino lo que hay en un encerado en una clase, eliminaré lo que está mal borrado de la clase anterior) (cf. Fourez, 1974, pp. 19-42).
Cuando observo, "algo" siempre tengo que describir "lo". Para lo cual utilizo una serie de nociones que ya tenía antes: éstas se refieren siempre a una representación teórica, generalmente implícita. Sin esas nociones que me permiten organizar mi observación, no sé qué decir. Y en la medida en que carezca de un concepto teórico adecuado, estoy obligado a apelar a otros conceptos de base: por ejemplo, si quiero describir la hoja que está sobre mi escritorio y no tengo noción de hoja, haré de ella una descripción hablando de esa cosa blanca que esta sobre mi escritorio, sobre la que parece haber líneas con cierta regularidad y también con cierta irregularidad, etc. (…)
Por tanto, para observar hay siempre que referir lo que se ve a nociones previas. Una observación es una interpretación: es integrar determinada visión en la representación teórica que nos hacemos de la realidad. (…)
Todas las proposiciones empíricas dependen de una red de hipótesis interpretativas de la experiencia. (…)
Lo que da a la observación una impresión de inmediatez es que no se cuestionan las teorías que sirven de base para la interpretación; la observación es cierta interpretación teórica no contestada (al menos de momento). Mientras que si, al observar una flor en  mi escritorio, cuestiono mi concepto de "flor", ya no tendré la sensación de observar, sino de teorizar. Una observación seria por lo tanto, una forma de mirar el mundo, integrándolo en la visión teórica antigua y aceptada. Esa ausencia de elemento teórico nuevo es lo que produce el efecto "convencional" o "cultural" de observación directa de un objeto. Podemos observar el bolígrafo que está en el escritorio si -y tan sólo si tenemos el concepto de "bolígrafo. Pero si se duda de la adecuación de ese esquema de interpretación, llevaremos la observación a otro discurso (siempre teórico) hablando, por ejemplo, de ese objeto redondo, alargado, y blanco que está en el escritorio. Luego, eventualmente se planteará como tesis teórica que eso podría considerarse un bolígrafo.
Por decirlo una vez más con otras palabras, observar es ofrecerse un modelo teórico de lo que vemos, utilizando las representaciones teóricas que teníamos (Husserl en Merleau-Ponty, 1945). En esta perspectiva, la observación es ya una actividad de continuación teórica.

¿Qué es un "hecho" ?
Por lo tanto, no observamos pasivamente, sino que estructuramos lo que queremos observar, utilizando las nociones que parecen útiles para tener una observación adecuada, es decir, que responda al proyecto que tenemos. Entonces es cuando decimos que observamos "hechos" (de una forma algo chusca, la etimología de la palabra "hecho" remite a su carácter construido, aun cuando evidentemente no se le llama "hecho" por eso). Si, por ejemplo, digo que "el sol gira alrededor de la tierra es un hecho", indico sencillamente cuál es mi interpretación teórica, la que me permite entender (y por lo tanto utilizar) el mundo. Digo que es un "hecho" si creo que es algo indiscutible, que nadie, al menos por ahora, cuestiona. (Sin embargo, lo que para unas generaciones fue un hecho, más tarde se ha cuestionado, a partir del momento en que se ha tenido otra representación teórica: así, lo que se ha convertido en un hecho, es que la tierra gira alrededor del sol).
Lo que llamamos un hecho ya es un modelo teórico de interpretación que habrá que establecer o probar (Bachelard, 1971; Duhem, 1906).

¿Objetividad absoluta u objetividad socialmente instituida?
Pero entonces, ¿qué ocurre con los objetos que observamos? Tenemos la clara sensación de ver las cosas con objetividad, tal y como son. El problema de esta manera de ver, es que parte de una definición espontánea de la objetividad que sería "absoluta", es decir, sin relación alguna con otra cosa. Ahora bien, parece que no podemos hablar de un objeto más que mediante un lenguaje -realidad cultural- que se puede utilizar para explicárselo a los demás. No puedo hablar de la lámpara que está sobre la mesa si no es a condición de tener suficientes elementos de leguaje, comunes y convencionales para que me entiendan.
Hablar de objetos es siempre situarse en un universo convencional de lenguaje. Por eso, se puede decir que los objetos son objetos en virtud de su carácter institucional, lo que quiere decir que son objetos en virtud de las convenciones culturales de lenguaje.
Un objeto sólo lo es a condición de ser semejante objeto descriptible, comunicable en un lenguaje. Dicho con otras palabras, hablar de "objetos" es establecer una relación de equivalencia entre una manera de establecer acuerdos para hablar del mundo.
Decir que "algo" es objetivo es por lo tanto decir que es "algo" de lo que se puede hablar con sentido; es situarlo en un universo común de percepción y comunicación, en un universo convencional, instituido por una cultura. Si, por el contrario, quisiera hablar de un "objeto" que no tuviera cabida en ningún lenguaje, mi visión sería puramente subjetiva, no comunicable; en último extremo, loca. El mundo se convierte en objetos en las comunicaciones culturales. La objetividad -en todo caso, así entendida- no es absoluta, sino relativa a una cultura. (…)
Los objetos no están dados en sí, independientemente de todo contexto cultural. Sin embargo, no son construcciones subjetivas en el sentido corriente de la palabra, es decir, "individuales": precisamente, gracias a una manera común de verlos y describirlos, los objetos son objetos. Si, por ejemplo, quiero hacer de la flor otra cosa distinta a la prevista en mi cultura, se sacará la conclusión de que estoy loco. No puedo describir el mundo según mi subjetividad; tengo que integrarme en algo más amplio, una institución social, es decir, una visión organizada admitida comunitariamente. (…)
Para ser "objetivo", tengo que integrarme en el entramado social: eso es lo que me permitirá comunicar mis visiones a los demás; sin eso, dirán sencillamente que soy subjetivo. (…)
En otras palabras, el lugar de la objetividad no es ni una realidad en sí absoluta, ni la subjetividad individual, sino la sociedad y sus convenciones organizadas e instituidas
(cf. Bloor, 1976, 1982). (…)

La ideología de la inmediatez científica
A pesar de los análisis que demuestran el carácter instituido de la observación y sus reglas, la ideología de la "fiel observación de los hechos" permanece viva. Para muchos, observar es simplemente situarse pasivamente frente al mundo tal y como es. Así se enmascara el carácter construido y social de toda observación; nos negamos a ver que
"observar" es integrar al mundo en los proyectos que tenemos. Esa difuminación del sujeto (a la vez individual y social, empírico y transcendental o científico) no es inocente. Al ocultarlo de este modo, nos ofrecemos la imagen de una objetividad absoluta, independiente de todo proyecto humano. Es una forma de "absolutizar" la visión científica y nuestra visión del mundo y de velarnos su particularidad. Tendremos que interrogarnos sobre las razones por las cuales las prácticas científicas borran tan bien sus orígenes hasta el punto de que J.M. Lévy-Leblond ha podido decir que generalmente se habla de "cientificidad" cuando nos encontramos con un saber cuyos orígenes han desaparecido; los saberes de la vida cotidiana, aquellos de los que vemos aún a qué proyecto van unidos, rara vez se llaman científicos.
De ahí proviene cierta ingenuidad semejante a la de nuestros antepasados cuando pensaban que estábamos civilizados, mientras que las demás sociedades del mundo no lo estaban. Creemos fácilmente que nuestra observación científica del mundo tiene una objetividad absoluta. Hacer un juicio semejante sólo es posible a condición de ocultar la particularidad de nuestra visión de nuestra sociedad y de nuestra situación.
Frecuentemente, esta difuminación desemboca con una sociedad tecnocrática en la que se querrán fundamentar o legitimar decisiones socio-políticas o éticas sobre razonamientos científicos que se pretenden neutros o absolutos (cf. I. Stengers en Fourez, 1986).
Pero toda observación conlleva un elemento de fidelidad. En el trabajo científico se da la fidelidad a las convenciones que nos permiten trabajar juntos en nuestra aprehensión del mundo. También existe fidelidad en el sentido de que toda observación, o todo trabajo teórico, se sitúa en una comunidad humana y con ella se relaciona. Y esa comunidad está a su vez relacionada con una historia, con un mundo que no controlamos. De forma que no observamos sencillamente lo que queremos ver, sino que nos insertamos en lago más, en una historia humana y en un mundo.

Preguntas para reflexionar luego de la lectura:

1.- ¿En qué consiste el método dialéctico para este autor y cómo se aplica al objeto de estudio (la observación)?
2.- ¿Qué es observar? Compare esta postura con la de los neopositivistas.
3.- ¿En qué consiste la ideología de la inmediatez científica?

Material extraído del libro:

 – Fourez, G.; “La construcción del conocimiento científico: filosofía y ética de la ciencia”; Ediciones Narcea S.A.; España.

Mario Bunge. Selección de textos de la obra: “La ciencia, su método y su filosofía”.

Filosofía de las Ciencias


Caracterización del conocimiento científico

š La posición epistemológica de Mario Bunge
Fragmento de texto perteneciente a la obra La ciencia, su método y su filosofía.
      
“Mientras los animales inferiores sólo están en el mundo, el hombre trata de entenderlo; y sobre la base de su inteligencia imperfecta pero perfectible del mundo, el hombre intenta enseñorearse de él para hacerlo. En este proceso, construye un mundo artificial: ese creciente cuerpo de ideas llamado “ciencia”, que puede caracterizarse como conocimiento racional, sistemático, exacto, verificable y por consiguiente falible. Por medio de la investigación científica, el hombre ha alcanzado una reconstrucción conceptual del mundo que es cada vez más amplia, profunda y exacta.
Un mundo le es dado al hombre; su gloria no es soportar o despreciar este mundo, sino enriquecerlo construyendo otros universos. Amasa y remoldea la naturaleza sometiéndola a sus propias necesidades; construye la sociedad y es a su vez construido por ella; trata luego de remoldear este ambiente artificial para adaptarlo a sus propias necesidades animales y espirituales, así como a sus sueños; crea así el mundo de los artefactos y el mundo de la cultura. La ciencia como actividad – como investigación – pertenece a la vida social; en cuanto se aplica al mejoramiento de nuestro medio natural y artificial, a la invención y manufactura de bienes materiales y culturales, la ciencia se convierte en tecnología. Sin embargo, la ciencia se nos aparece como la más deslumbrante y asombrosa de las estrellas de la cultura cuando  consideramos como un bien por sí mismo, esto es, como un sistema de ideas establecidas provisionalmente (conocimiento científico), y como una actividad productora de nuevas ideas (investigación científica). Tratemos de caracterizar el conocimiento y la investigación científicos tal como se los conoce en la actualidad.” [1]



[1] Bunge, Mario; “La ciencia, su método y su filosofía”; Editorial Siglo XX; Buenos Aires, 1981; p.9.