miércoles, 9 de marzo de 2016

Descartes "Meditaciones metafísicas"


    Profesora: Antonella Mármol Vila.
    Asignatura: Filosofía.
    Curso: 5º año.
René Descartes
–“Meditaciones Metafísicas”–

š            Caracterización general de la significación filosófica contenida en las meditaciones primera y segunda.

Meditación Primera – En dicha meditación, Descartes establece los argumentos por los cuales considera que es posible dudar de todas las cosas, especialmente de las cosas materiales. Ello adquiere gran significación al momento en que, al enfrentarnos con el estudio de la obra en su totalidad, percibimos la importancia que Descartes concede al hecho de no otorgar plena confianza a los datos sensoriales que percibimos.
Meditación Segunda – En la misma, Descartes pone en duda todas aquellas ideas acerca de las cuales podemos llegar a albergar alguna duda, exceptuando la idea de su propia existencia, acerca de la cual probará su certeza mediante la famosa premisa “pienso, luego existo”, conocida como “cogito cartesiano”. Es aquí en donde nos encontramos con la demarcación del criterio de certeza tan buscado por el filósofo. Asimismo, es en la segunda meditación en donde se distinguen los tipos de sustancias reconocidos por Descartes.

š          Presentación de aquellos fragmentos de texto contenidos en la obra Meditaciones Metafísicas (texto fuente) sobre los cuales trabajaremos en clase.

š    Meditación Primera: “De las cosas que pueden ponerse en duda

 “Hace ya mucho tiempo que me he dado cuenta de que, desde mi niñez, he admitido como verdaderas una porción de opiniones falsas, y que todo lo que después he ido edificando sobre tan endebles principios no puede ser sino muy dudoso e incierto; desde entonces he juzgado que era preciso acometer seriamente, una vez en mi vida, la empresa de deshacerme de todas las opiniones a que había dado crédito, y empezar de nuevo, desde los fundamentos, si quería establecer algo firme y constante en las ciencias. (…) Y para esto no será necesario que demuestre que todas son falsas (…) bastará, pues para rechazarlas todas, que encuentre, en cada una razones para ponerla en duda. Y para esto nos será necesario tampoco que vaya examinándolas una por una, pues fuera un trabajo infinito; y puesto que la ruina de los cimientos arrastra necesariamente consigo la del edificio todo, bastará que dirija primero mis ataques contra los principios sobre que descansaban todas mis opiniones antiguas.” 

 “Todo lo que he tenido hasta hoy por más verdadero y seguro, lo he aprendido de los sentidos o por los sentidos; ahora bien: he experimentado varias veces que los sentidos son engañosos, y es prudente no fiarse nunca por completo de quienes nos han engañado una vez.” 

 “Pero aunque los sentidos nos engañen, a las veces, acerca de cosas muy poco sensibles o muy remotas, acaso haya otras muchas, sin embargo, de las que no pueda razonablemente dudarse, aunque las conozcamos por medio de ellos; como son, por ejemplo, que estoy aquí, sentado junto al fuego, vestido con una bata, teniendo este papel en las manos y otras por el estilo. Y ¿cómo negar que estas manos y este cuerpo sean míos, a no ser que me empareje a algunos insensatos, cuyo cerebro está tan turbio (…) que afirman de continuo ser reyes, siendo muy pobres, estar vestidos de oro y púrpura, estando en realidad desnudos (…)? Mas los tales son locos (…)” 

 “¡Cuántas veces me ha sucedido soñar de noche que estaba en este mismo sitio, vestido, sentado junto al fuego, estando en realidad desnudo y metido en la cama! Bien me parece ahora que, al mirar este papel, no lo hago con ojos dormidos; que esta cabeza, que muevo, no está somnolienta; que si alargo la mano y la siento, es de propósito y a sabiendas; lo que en sueños sucede no parece tan claro y tan distinto como todo esto. Pero si pienso en ello con atención, me acuerdo de que, muchas veces, ilusiones semejantes me han burlado mientras dormía; y, al detenerme en este pensamiento, veo tan claramente que no hay indicios ciertos para distinguir el sueño de la vigilia, que me quedo atónito, y es tal mi extrañeza, que casi es bastante a persuadirme de que estoy durmiendo.”

 “Supongamos, pues, ahora, que estamos dormidos y que todas estas particularidades, a saber: que las manos y otras por el estilo, no son sino engañosas ilusiones; y pensemos que, acaso, nuestras manos y nuestro cuerpo todo no son tales como los vemos. Sin embargo hay que confesar, por lo menos, que las cosas que nos representamos durante el sueño son como unos cuadros y pinturas que tienen que estar hechas a semejanza de algo real y verdadero, y, por lo tanto, que esas cosas generales, a saber: ojos, cabeza, manos, cuerpo, no son imaginarias, sino reales y existentes.” 

“(…) acaso haríamos bien en inferir de esto que la física, la astronomía, la medicina y cuantas ciencias dependen de la consideración de las cosas compuestas, son muy dudosas e inciertas; pero que la aritmética, la geometría y demás ciencias de esta naturaleza, que no tratan sino de cosas muy simples y generales, sin preocuparse mucho de si están o no en la naturaleza, contienen algo cierto e indudable, pues duerma yo o esté despierto, siempre dos y tres sumarán cinco y el cuadrado no tendrá más de cuatro lados; y no parece posible que unas verdades tan claras y tan aparentes puedan ser sospechosas de falsedad o de incertidumbre.
Sin embargo, tiempo ha que tengo en el espíritu cierta opinión de que hay un Dios que todo lo puede, por quien he sido hecho y creado como soy. Y ¿qué se yo si no habrá querido que no haya tierra, ni cielo, ni cuerpo extenso, ni figura, ni magnitud, ni lugar, y que yo, sin embargo, tenga el sentimiento de todas estas cosas, y que todo ello no me parezca existir de distinta manera de la que yo lo veo? Y es más aún: Como yo pienso, a las veces, que los demás se engañan en las cosas que mejor creen saber, ¿qué se yo si Dios no ha querido que yo también me engañe cuando adiciono dos y tres, o enumero los lados de un cuadrado (…)” 

“Mas acaso Dios no ha querido que yo sea de esa suerte burlado, pues dícese de Él que es suprema bondad. Sin embargo, si repugnase a su bondad el haberme hecho de tal modo que me equivoque siempre, también parecería contrario a esa bondad el permitir que me equivoque alguna vez, no obstante lo cual no es dudoso que lo haya permitido. A esto dirán quizá algunos, que prefieren negar la existencia de tan poderoso Dios, que creer que todas las demás cosas son inciertas.” 

“Supondré, pues, no que Dios, que es la bondad suma y la fuente suprema de la verdad, me engaña, sino que cierto genio o espíritu maligno, no menos astuto y burlador que poderoso, ha puesto su industria toda en negarme; pensaré que el cielo, el aire, la tierra, los colores, las figuras, los sonidos y todas las demás cosas exteriores no son sino ilusiones y engaños de que hace uso, como cebos, para captar mi credulidad; me consideraré a mí mismo como sin manos, sin ojos, sin carne, sin sangre; creeré que sin tener sentidos, doy falsamente crédito a todas esas cosas; permaneceré obstinadamente adicto a ese pensamiento y, si por tales medios no llego a poder conocer una verdad, por lo menos en mi mano está el suspender mi juicio. Por lo cual, con gran cuidado procuraré no dar crédito a ninguna falsedad, y prepararé mi ingenio tan bien contra las astucias de ese gran burlador, que, por muy poderoso y astuto que sea, nunca podrá imponerme nada.” 

š           Meditación Segunda: “De la naturaleza del espíritu humano; y que es más fácil conocer que el cuerpo

“Haré un esfuerzo, sin embargo, y seguiré por el mismo camino que ayer emprendí, alejándome de todo aquello en que pueda imaginar la menor duda, como si supiese que es absolutamente falso, y continuaré siempre por ese camino, hasta que encuentre algo que sea cierto, o por lo menos, si otra cosa no puedo, hasta que haya averiguado con certeza que nada hay cierto en el mundo. Supongo pues, que todas las cosas que veo son falsas; estoy persuadido de que nada de lo que mi memoria, llena de mentiras, me representa, ha existido jamás; pienso que no tengo sentidos; creo que el cuerpo, la figura, la extensión, el movimiento y el lugar son ficciones de mi espíritu ¿Qué, pues, podrá estimarse verdadero? Acaso nada más sino esto: que nada hay cierto en el mundo.”

“Y yo, al menos, ¿no soy algo? Pero ya he negado yo que tenga sentido ni cuerpo alguno, vacilo, sin embargo; pues ¿qué se sigue de aquí? ¿Soy yo tan dependiente del cuerpo y de los sentidos que, sin ellos, no pueda ser? (...) ¿estaré, pues, persuadido también de que yo no soy” (…) Pero hay cierto burlador muy poderoso y astuto que dedica su industria toda a engañarme siempre. No cabe, pues, duda alguna de que yo soy, puesto que me engaña y, por mucho que me engañe, nunca conseguiré hacer que yo no sea nada, mientras yo esté pensando que soy algo. De suerte que, habiéndolo pensado bien y habiendo examinado cuidadosamente todo, hay que concluir por último y tener por constante que la proposición siguiente: ‘yo soy, yo existo’, es necesariamente verdadera, mientras la estoy pronunciando o concibiendo en mi espíritu.
Pero yo, que estoy cierto de que soy, no conozco aún con bastante claridad quién soy (…)”

“Pero ¿quién soy yo ahora, que supongo que hay cierto geniecillo en extremo poderoso y, por decirlo así, maligno y astuto, que dedica todas sus fuerzas e industria a engañarme? ¿Puedo afirmar que poseo alguna cosa de las que acabo de decir que pertenecen a la naturaleza del cuerpo? Deténgome a pensar en esto con atención; paso y repaso todas estas cosas en mi espíritu y ni en una sola hallo que pueda decir que está en mí. (…) Vamos pues, a los atributos del alma, y veamos si hay alguno que esté en mí. Los primeros son alimentarme y andar; mas si es cierto que no tengo cuerpo, también es verdad que no puedo ni andar ni alimentarme. Otro es sentir; pero sin cuerpo no se puede sentir, y además, me ha sucedido anteriormente que he pensado que sentía varias cosas durante el sueño, y luego, al despertar, he visto que no las había efectivamente sentido. Otro es pensar; y aquí encuentro que el pensamiento es lo único que no puede separarse de mí. Yo soy, existo, esto es cierto; pero ¿cuánto tiempo? Todo el tiempo que dure mi pensar; pues acaso podría suceder que, si cesase por completo de pensar, cesara al propio tiempo por completo de existir. Ahora no admito nada que no sea necesariamente verdadero; ya no soy, pues, hablando con precisión, sino una cosa que piensa, es decir, un espíritu, un entendimiento o una razón (…) Soy, pues, una cosa verdaderamente existente. Mas, ¿qué cosa? Ya lo he dicho: una cosa que piensa.” 

“¿Qué soy, pues? Una cosa que piensa. ¿Qué es una cosa que piensa? Es una cosa que duda, entiende, concibe, afirma, niega, quiere, no quiere y, también, imagina y siente. Ciertamente no es poco, si todo eso pertenece a mi naturaleza. Mas ¿por qué no ha de pertenecerle?” 

“Consideremos, pues, ahora las cosas que vulgarmente se tienen por las más fáciles de conocer (…) a saber: los cuerpos que tocamos y vemos; no ciertamente los cuerpos en general, pues las nociones generales son, por lo común, un poco confusas, sino un cuerpo particular. Tomemos, por ejemplo, este pedazo de cera, acaba de salir de la colmena; no ha perdido aún la dulzura de la miel que contenía; conserva algo de olor de las flores, de que ha sido hecho; su color, su figura, su tamaño se muestran aparentes; es duro, frío, manejable y, si se le golpea, producirá un sonido. En fin, en él se encuentra todo lo que puede dar a conocer distintamente un cuerpo. Mas, he aquí que, mientras estoy hablando, lo acercan al fuego; lo quedaba de sabor, se exhala, el olor se evapora, el color cambia, la figura se pierde, el tamaño aumenta, se hace líquido, se calienta, apenas si puede ya manejarse y, si lo golpeo, ya no dará sonido alguno ¿Sigue siendo la misma cera después de tales cambios¿ Hay que confesar que sigue siendo la misma; nadie lo duda, nadie juzga de distinto modo ¿Qué es, pues, lo que en este trozo de cera se conocía con tanta distinción? Ciertamente no puede ser nada de lo que he notado por medio de los sentidos, puesto que todas las cosas percibidas por el gusto, el olfato, la vista, el tacto y el oído han cambiado y, sin embargo, la misma cera permanece. (…) Considerémosle atentamente y, separando todas las cosas que no pertenecen a la cera, veamos lo que queda. No queda ciertamente más que algo extenso, flexible y mudable. (…) Hay, pues, que convenir, en que no puedo por medio de la imaginación, ni siquiera comprender lo que sea este pedazo de cera y que sólo mi entendimiento lo comprende” 

“Y lo que aquí hay que notar bien es que su percepción no es una visión, ni un tacto, ni una imaginación y no lo ha sido nunca, aunque antes lo pareciera, sino sólo una inspección del espíritu, la cual puede ser imperfecta y confusa, como lo era antes, o clara y distinta, como lo es ahora (…)” 

“Y, además, si la noción o percepción de la cera me ha parecido más clara y distinta, después de que, no sólo la vista y el tacto, sino otras muchas causas me la han puesto más de manifiesto, ¡con cuánta mayor evidencia, distinción y claridad habrá que confesar que me conozco ahora, puesto que todas las razones que sirven para conocer y concebir la naturaleza de la cera o de cualquier otro cuerpo, prueban mucho mejor la naturaleza de mi propio espíritu! (…) nada hay que me sea más fácil de conocer que mi propio espíritu.” 





[1] Descartes, René; “Meditaciones metafísicas”; Colección Austral; Espasa – Calpe, S.A.; Madrid; 1975.
       Prof. Antonella Mármol Vila.
       Asignatura: Filosofía.

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El conocimiento, garantía de libertad

“¿Por qué no tiene que hundirse el hombre y ahogarse en sus impresiones cognitivas, y por qué debe más bien intentar ordenarlas y alcanzar una visión más clara de las mismas? Respuesta: Porque de otra manera no podría decidirse libremente, sino que sería juguete de la corriente de percepciones, sensaciones y fantasías que irrumpen por doquier. Así pues, no sólo existe una justificación sino también un deber de la ciencia, en cuanto que asegura al hombre esa visión panorámica de la realidad.
La teoría del conocimiento está muy en especial directamente referida a la meta del hombre, pues en tanto que disciplina filosófica ha de analizar el conocimiento en el aspecto específico de su importancia para el hombre en cuanto hombre…eso significa tanto como preguntar en qué medida pertenece y contribuye a la meta del hombre, o también la impide. Al hilo de las ideas de Aristóteles, empecemos por suponer que esa meta es la libertad del hombre o – lo que viene a ser lo mismo, aunque formulado de una manera concreta – supongamos que el hombre es libre.
En tal caso, la teoría del conocimiento como meta ha de preguntar: ‘¿Qué tiene que ver el conocimiento con la libertad del hombre, y cómo ha de configurarse para que el hombre pueda ser libre?’ Una de las propiedades que el conocimiento ha de poseer para poder garantizar la libertad, consiste en que no puede hacer que el hombre dependa por completo de lo que otros han conocido, ya que en tal caso quedaría en mano de ellos y no sería libre. De ahí que deba poseer en su conocimiento un mínimo de autonomía, y no deba creerlo todo, si quiere atenerse a la exhortación de Kant en su consigna de la Ilustración: ‘¡Ten valor para servirte de tu propia inteligencia!’ Mostrar cómo es posible ese conocimiento autónomo es el cometido preferencial de la teoría del conocimiento, conforme a su meta de hacer posible la libertad.”

Keller, Albert; “Teoría general del conocimiento”; Editorial Herder; Barcelona; 1988.


                                                                                                              


En relación al texto, responde:

1.     ¿A qué nos referimos cuando hablamos en términos de “teoría del conocimiento”?
2.      ¿Qué beneficio puede llegar a otorgar al hombre la relación entre conocimiento y libertad?
3.    ¿A qué se referirá Kant cuando exhorta al hombre a tener el valor de servirse de su propia inteligencia?




Racionalismo - Empirismo

    Profesora: Antonella Mármol Vila.
    Asignatura: Filosofía.
    Curso: 5º año.
Racionalismo - Empirismo

¿Cuáles son las fuentes del conocimiento?

Uno de los principales problemas gnoseológicos abordados por la teoría del conocimiento es aquel que se cuestiona dónde se originan los conocimientos que poseemos los seres humanos. Frente a la problemática de determinar su origen, han surgido distintas respuestas, cada una de las cuales intenta brindar una explicación que pueda dar solución a interrogantes tales como: ¿Dé dónde surgen nuestros conocimientos?; ¿Provienen todos del mundo exterior y son captados por nuestros sentidos o es que por el contrario nacemos ya con determinados conocimientos, los cuales podemos desarrollar y acrecentar con la ayuda de los sentidos?
Pues bien, para trabajar sobre lo planteado debemos remitirnos a dos doctrinas filosóficas que se ocupan de brindar una explicación respecto del origen de los conocimientos, cada una de las cuales se apoya para ello en ciertos postulados que resultan no ser compatibles con los propios de la doctrina contraria. Nos estamos refiriendo concretamente al racionalismo y al empirismo.

                                                                     Racionalismo


Es la corriente filosófica nacida en Francia durante el Siglo XVII, la cual sostiene que el inicio de nuestros conocimientos no se encuentra en los datos que nos son proporcionados por nuestros sentidos, sino que los conocimientos que poseemos tienen como punto de partida las ideas propias del espíritu humano.
Johannes Hessen, ofrece una definición de la doctrina que es interesante presentar en esta instancia, debido a que en la misma se mencionan de forma clara y explícita cuáles son aquellas características definitorias de la misma, lo cual es expresado por el filósofo de la siguiente manera: “La posición epistemológica que ve en el pensamiento, en la razón, la fuente principal del conocimiento humano, se llama racionalismo (de ratio = razón). Según él, un conocimiento sólo merece, en realidad, este nombre cuando es lógicamente necesario y universalmente válido. Cuando nuestra razón juzga que una cosa tiene que ser así y que no puede ser de otro modo; que tiene que ser así, por tanto, siempre y en todas partes, entonces y sólo entonces nos encontramos ante un verdadero conocimiento, en opinión del racionalismo. (…) Todo verdadero conocimiento se funda, según esto - así concluye el racionalismo -, en el pensamiento. Éste es, por ende, la verdadera fuente y base del conocimiento humano.” [1]
Pues bien, en base a lo anteriormente señalado, nos es posible expresar que toda postura filosófica que considere a la realidad ordenada, y por tanto descifrable, gobernada por ciertos principios inteligibles, se apoya en los postulados adoptados por el racionalismo (véase anexo 1). Dicho esto, puede resultar de gran ayuda remitirnos a Galileo Galilei (matemático, físico, astrónomo y filósofo italiano) quien proporcionó una explicación metafórica que resulta ser de gran ayuda para entender la esencia del pensamiento racionalista, a saber: la idea de que el mundo es como un libro que se encuentra escrito con caracteres matemáticos, y que por lo tanto, es totalmente legible y comprensible.
El racionalismo, concibe que es posible llegar a adquirir conocimientos científicos válidos universalmente y a los cuales es posible acceder a través de la razón. En este sentido, es importante señalar que la obra “Discurso del método” de René Descartes - quien es considerado como uno de los mayores exponentes del racionalismo - puede considerarse como el manifiesto en donde se encuentran contenidas las ideas que fundamentan las principales características de la doctrina en cuestión, ya que en dicha obra se afirma la posibilidad de construir todo el saber humano sobre ciertas evidencias que la mente intuye como ideas claras y distintas (conceptos que serán trabajados cuando trabajemos sobre la concepción del conocimiento como representación).
Uno de los principales postulados de esta doctrina es la afirmación de la existencia de las denominadas ideas innatas, es decir, ideas con las cuales el sujeto nace, y que por lo tanto no se adquieren a partir de la experiencia sensorial, sino que se hallan  grabadas en el espíritu o mente humana. Descartes expresa esto en un pasaje de su obra “Meditaciones metafísicas” de la siguiente manera: “Lo que me parece que ahora he de tratar especialmente es el hecho de que encuentro en mí innumerables ideas de ciertas cosas que, aun cuando tal vez no existan fuera de mí, no se puede decir por ello que no sean nada; y aunque las piense a mi arbitrio no las invento yo, sino que tienen una naturaleza verdadera e inmutable.”  [2]
Refiriéndonos concretamente a la razón (res cogitans), de la cual se derivan los conocimientos humanos según el racionalismo, debemos expresar que Descartes concibe que la misma, además de ser idéntica en todos los hombres (debido a que, según su pensamiento es la “cosa” mejor repartida en el mundo, ya que todos tenemos razón) es la única guía que debe seguir el científico en su labor. Según dicha concepción, el racionalista no debe dejarse influenciar por prejuicios ni tampoco permitir que teorías que resultan ser imposibles de demostrar interfieran en los recorridos que debe caminar el entendimiento humano. Es a partir de dichas consideraciones que podemos comprender por qué el racionalismo otorgó tanta relevancia a los conocimientos matemáticos.
Ahora bien, una vez señaladas las características definitorias del racionalismo, resulta interesante presentar también ciertas reflexiones críticas que Hessen ha esbozado en referencia al mismo, las cuales son exhibidas a continuación: “El mérito del racionalismo consiste en haber visto y subrayado con energía la significación del factor racional en el conocimiento humano. Pero es exclusivista al hacer del pensamiento la fuente única o propia del conocimiento. Como hemos visto, ello armoniza con su idea del conocimiento, según el cual todo verdadero conocimiento posee necesidad lógica y validez universal. Pero justamente este ideal es exclusivista, como sacado de una forma determinada del conocimiento, del conocimiento matemático. Otro defecto del racionalismo (con excepción de la forma últimamente citada) consiste en respirar el espíritu del dogmatismo. Cree poder penetrar en la esfera metafísica por el camino del pensamiento puramente conceptual. Deriva de principios formales, proposiciones materiales; deduce, de meros conceptos, conocimientos. (Piénsese en el intento de derivar del concepto de Dios su existencia; o de definir, partiendo del concepto de sustancia, la esencia del alma.) Justamente este espíritu dogmático del racionalismo ha provocado una y otra vez su antípoda, el empirismo.” [3]
La crítica expresada por Hessen, apunta a señalar las deficiencias de la concepción racionalista, precisamente, al identificar a la razón como poseedora de un valor absoluto, con lo cual resulta inevitable el menosprecio dirigido a los datos sensoriales, es decir, aquellos datos provenientes de la experiencia y que adquirimos a través de nuestros sentidos.
Asimismo, es importante destacar que, una de las consecuencias de adherir a una postura tan radical como lo es el racionalismo, puede conducir a menospreciar incluso la necesidad de verificar las teorías en la práctica, es decir, de llevar a cabo la contrastación empírica, es por ello que al enfrentarse de esta manera con los postulados esenciales del empirismo, en muchas ocasiones el racionalismo terminó por hacer propia una postura mediante la cual se hacía imposible realizar un desarrollo cabal de las ciencias, ya que según lo señalado con anterioridad, los trabajos científicos no son concebidos como descripciones de la realidad natural, sino la construcción de modelos teóricos que no han de ser sometidos a experimentación.

                                                                      Empirismo

š                                                                     ¿Los conocimientos derivan de los sentidos o éstos nos engañan?

Para comenzar a señalar los caracteres definitorios de empirismo, nos remitiremos nuevamente a Hessen, quien nos brinda una definición del mismo, a saber: “El empirismo (de έμπειρία = experiencia) opone a la tesis del racionalismo (según la cual el pensamiento, la razón, es la verdadera fuente del conocimiento) la antítesis que dice: la única fuente del conocimiento humano es la experiencia. En opinión del empirismo, no hay ningún patrimonio a priori de la razón. La conciencia cognoscente no saca sus contenidos de la razón, sino exclusivamente de la experiencia. El espíritu humano está por naturaleza vacío; es una tabula rasa, una hoja por escribir y en la que escribe la experiencia. Todos nuestros conceptos, incluso los más generales y abstractos, proceden de la experiencia. Mientras el racionalismo se deja llevar por una idea determinada, por un ideal de conocimiento, el empirismo parte de los hechos concretos. Para justificar su posición acude a la evolución del pensamiento y del conocimiento humano. Esta evolución prueba, en opinión del empirismo, la alta importancia de la experiencia en la producción del conocimiento. El niño empieza por tener percepciones concretas. Sobre la base de estas percepciones llega paulatinamente a formar representaciones generales y conceptos. Éstos nacen, por ende, orgánicamente de la experiencia. No se encuentra nada semejante a esos conceptos que existen acabados en el espíritu o se forman con total independencia de la experiencia. La experiencia se presenta, pues, como la única fuente del conocimiento.” [4]
A partir de la definición planteada, podemos comenzar a visualizar no sólo las notas distintivas de dicha doctrina filosófica, sino también identificar las diferencias sustanciales que la misma presenta con relación al racionalismo. En efecto, mientras que para la postura racionalista el origen de los conocimientos se halla en la razón o pensamiento, para el empirismo el origen de los conocimientos se encuentra en la experiencia, es por ello que, como expresa García Morente, el empirismo puede ser definido como: “el esfuerzo más grande que se conoce en la historia del pensamiento humano para reducir el pensamiento a pura vivencia”. [5] Pues bien, ¿qué implica lo dicho? entre otras cosas, que no es posible que existan ideas que precedan a la experiencia, es decir, que no existen las llamadas ideas innatas.
La mente del sujeto, al nacer, no trae consigo conceptos ni ideas, y por lo tanto no puede llegar a conocer nada hasta que el sujeto comience a experimentar ciertas vivencias. Dicha concepción ha llevado a los empiristas a imaginar que la mente es como un papel en blanco, como una tabula rasa, en la cual se irán acumulando contenidos, por ejemplo mediante estímulos visuales o auditivos, entre otros, o a través de experiencias tales como la que nos brinda la educación.
Todo lo señalado, nos conduce a expresar que según dicha postura gnoseológica, el conocimiento halla su validez mediante su relación con la experiencia, y que entonces, resulta ser la experiencia la base de todos los conocimientos, de su origen y de sus contenidos también, lo cual implica a su vez que es necesario partir del mundo sensible (el mundo al cual accedemos mediante nuestros sentidos) a fin de poder elaborar conceptos, los cuales como consecuencia hallarán en lo sensible su justificación.
Pues bien, a fin de ilustrar la postura empirista, tomaremos una cita de texto perteneciente al filósofo empirista David Hume, quien en su obra “Investigaciones sobre el entendimiento humano” alude a la importancia que posee la experiencia [6] en la adquisición de los conocimientos, lo cual es expresado cuando el pensador en cuestión argumenta que: “(…) aunque nuestro pensamiento aparenta poseer esta libertad ilimitada, encontraremos en un examen más detenido que, en realidad, está reducido a límites muy estrechos, y que todo este poder creativo de la mente no viene a ser más que la facultad de mezclar, trasponer, aumentar, o disminuir los materiales suministrados por los sentidos y la experiencia.” [7]
Es de destacar que la idea expresada en el fragmento de texto, pretende subrayar la concepción humeana acerca de que no hay ninguna libertad en la razón humana, por el hecho precisamente de que los sujetos nos hallamos “atados” a los sentidos y a un funcionamiento mecánico de nuestro entendimiento. Como consecuencia, Hume concibe que el conocimiento humano se encuentra limitado al material que le proporcionan los sentidos.
Una vez mencionado lo anterior, me interesa destacar el hecho de que si nos remitimos a lo señalado en el primer repartido temático, en el cual se trabaja específicamente sobre el problema del conocimiento, recordaremos que el conocimiento fue definido, en sentido general, como una correlación entre un sujeto y un objeto, la cual se encontraba dada mediante el pensamiento, es decir, que como elementos esenciales del conocimiento se reconoce un sujeto cognoscente y un objeto cognoscible, cuya vinculación entre ambos se establece gracias al pensamiento, el cual obra en tanto bisagra. Es precisamente en este sentido que el filósofo español Manuel García Morente realiza una crítica al empirismo, particularmente al empirismo inglés, a través de la cual señala que quienes se reconocen empiristas, desconectan entre sí los tres elementos mencionados, y más precisamente, toman el elemento que corresponde al pensamiento y lo aíslan de los otros dos, haciendo del mismo una vivencia.
Según García Morente, el empirismo inglés elimina del pensamiento todo lo que éste tiene de lógico, y en ese sentido, manifiesta que la consecuencia de ello es la supresión de la objetividad de los conocimientos.






Bibliografía utilizada

-        Cuvillier, A.; “Filosofía general. Metafísica”; Editorial Alfa; Bs. As.; 1962.
-        Descartes, René; “Discurso del método” y “Meditaciones metafísicas”; Colección Austral; Espasa – Calpe, S.A.; Madrid; 1975.
-        Ferrater Mora; “Diccionario Filosófico Ferrater Mora”; Editorial Alianza; Madrid; 1979.
-        Frassineti De Gallo, Martha; Salatino De Klen, Gabriela; “Filosofía: Esa búsqueda reflexiva”; A-Z Editora; Bs. As.; 1993.
-        García Morente, Manuel; “Lecciones preliminares de filosofía”; Editorial Losada S.A.; Bs. As.; 1938.
-        Herder; “Diccionario de Filosofía”; Edición digital; Editorial Empresa Herder, Copyright; Barcelona; 1996-1998.
-        Hessen, J.; “Teoría del conocimiento”; Editorial Espasa-Calpe S.A., 10ª edición; Madrid, 1964.
-        Hume, David; “Investigaciones sobre el entendimiento humano”; Editorial Alianza; Madrid; 1983.




























[1] Hessen, J.; “Teoría del conocimiento”; Editorial Espasa-Calpe S.A., 10ª edición; Madrid, 1964.
[2] Descartes, René; “Discurso del método” y “Meditaciones metafísicas”; Colección Austral; Espasa – Calpe, S.A.; Madrid; 1975.

[3] Ídem nota 1.
[4] Ídem nota 1.
[5] García Morente, Manuel; “Lecciones preliminares de filosofía”; Editorial Losada S.A.; Bs. As.; 1938.
[6] Nota – Es importante destacar que Hume entiende a la experiencia como un conjunto de impresiones de las cuales desconocemos sus causas.
[7] Hume, David; “Investigaciones sobre el entendimiento humano”; Editorial Alianza; Madrid; 1983.

Teoría del conocimiento

    Profesora: Antonella Mármol Vila.
    Asignatura: Filosofía.
    Curso: 5º año
Teoría del Conocimiento

Cuando en filosofía abordamos cuestiones referidas al conocimiento humano, es importante comenzar por plantearnos ciertas interrogantes a fin de indagar cuáles son aquellas nociones que tenemos respecto del mismo. Ahora bien, ¿A qué nos referimos cuando hacemos alusión ello? Pues bien, nos referimos concretamente al hecho de realizarnos a nosotros mismos ciertas preguntas con la finalidad de poner en cuestión la problemática del conocer, problemática que tal vez antes de poner en duda las nociones sobre las cuales trabajaremos, no había sido reconocida como tal.
A los efectos de descubrir qué ideas tenemos asimiladas en relación al conocimiento, resulta necesario comenzar por plantearnos interrogantes tales como ¿Qué podemos conocer?; ¿Cómo podemos conocer?, y es más, hasta podemos llegar a trazarnos un camino de indagación más profunda, arribando preguntas que van más allá de las señaladas, como por ejemplo ¿Puedo conocer? o también ¿Me es posible no conocer? Como es posible observar, estas preguntas nos ponen frente a un horizonte de cuestiones problemáticas sobre las cuales podemos llegar a manejar diferentes respuestas, según sea la concepción filosófica hacia la cual nos sintamos más inclinados.
Pero entonces, si ello es así, una vez planteadas estas cuestiones es fundamental acercarnos a dichas posturas filosóficas, para lo cual previamente resulta preciso entender a qué nos referimos cuando hablamos de conocimiento, y particularmente, a qué nos referimos cuando hablamos de teoría del conocimiento.

Conocimiento

Comenzaremos por la definición de conocimiento, y para ello nos remitiremos a la conceptualización presentada por el Diccionario de Filosofía Herder, la cual expresa que el término “conocer” proviene del latín cognoscere: llegar a conocer, saber, que a su vez remite al griego gignoskein: saber, reconocer. Dada la proveniencia etimológica del término, se explicita que, desde el ámbito psicológico, el conocimiento es el “término final del proceso psicológico por el cual la mente humana capta un objeto. En este sentido, es una representación que supone un proceso de conocimiento.” [1] Por otro lado, si nos remitimos al área competente de la epistemología, por conocimiento se entiende la “relación que se establece entre un sujeto y un objeto, mediante la cual el sujeto capta mentalmente (aprehensión) la realidad del objeto”, señalando a continuación que “el proceso del conocimiento, así entendido, constituye el objeto de estudio de la teoría del conocimiento.” [2]
Por otra parte, es importante referir a lo que se concibe por conocimiento en la filosofía actual, y en este sentido debemos indicar que en la misma predomina la definición de conocimiento como un “saber proposicional”, o un “saber que”. Sin embargo, no basta con decir que el conocimiento consiste en lo señalado si inmediatamente después no explicamos qué es lo que se pretende que se entienda a través de las expresiones señaladas. Es por ello que debemos explicitar, por un lado qué es conocer, y por otro lado qué es saber.
Si nos remitimos nuevamente al Diccionario de Filosofía Herder, lo primero que debemos señalar es que para que exista conocimiento, es necesario que se den ciertas condiciones elementales, a saber:

·        S es el sujeto.
·        P cualquier enunciado que el sujeto dice saber.

Dicho en otros términos, S sabe que P si y sólo si es verdad que P, S cree que P y, además, S está justificado en creer que P.

¿Qué significa la expresión citada con anterioridad? Significa que para saber algo, es necesario que ello sea verdad, que lo creamos y que tengamos razones para creerlo (y por lo tanto que ninguna de estas razones sea falsa). Es por ello que podemos expresar que entendemos por “conocimiento” una creencia verdadera justificada.
En la misma línea de pensamiento, si nos remitimos al filósofo alemán Johannes Hessen, podemos decir que en el fenómeno del conocimiento se encuentran frente a frente la conciencia y el objeto, o lo que es lo mismo: el sujeto y el objeto. Por lo tanto, el conocimiento puede definirse como una determinación del sujeto por el objeto. Dicho lo anterior, podemos comprender la definición de conocimiento como una creencia verdadera justificada, debido a que ello implica que un conocimiento es verdadero si su contenido concuerda con el objeto mencionado.


  • Conocer y Saber


En este momento nos abocamos directamente hacia la distinción entre conocer y saber. Para ello señalamos que “Conocer indica un contacto consciente con el objeto conocido a través de la experiencia y, en concreto, de la percepción, en oposición a saber que es un conocimiento por conceptos e ideas.” [3]
Profundizando más en la distinción aludida, podemos señalar que saber es exclusivo y propio del hombre, mientras que, tanto los hombres como los animales, pueden conocer. En este sentido, se conocen cosas y se sabe verdades o proposiciones verdaderas. Asimismo, podemos afirmar que mientras que conocer constituye un proceso perceptivo directo e inmediato, que se justifica por sí mismo, saber, por el contrario, consiste en un proceso indirecto, mediato e inferencial, es decir, sustentado en razones.

Teoría del Conocimiento

Como ha sido trabajado en clase, la teoría del conocimiento puede también ser denominada como gnoseología. Pero ¿Qué es la teoría del conocimiento? Pues bien, es una reflexión sobre el proceso del conocimiento humano y los problemas que se plantean en el mismo, y precisamente, como reflexión que es, supone una actividad de segundo orden sobre una actividad primera que es el conocer o el conocimiento, el cual a su vez es su objeto de estudio, pero es al mismo tiempo, una interpretación o explicación del fenómeno del conocer, según el principio de que “nadie sabe que P, a menos que sepa también cómo sabe que P”.
Por todo lo dicho, es que suele definirse a la teoría del conocimiento como un estudio crítico de las condiciones de posibilidad del conocimiento humano en general, estudio que se encarga de dar respuesta a cuestiones tales como:


  •     ¿Es posible el conocimiento?
  •     ¿En qué consiste conocer?
  •     ¿Qué queremos decir cuando decimos que sabemos o conocemos algo?
  •     ¿Qué podemos conocer?
  •     ¿Podemos aprehender la realidad tal cual es?
  •     ¿Cómo sabemos que lo que creemos acerca del mundo es verdadero?
  •     ¿Afectan al conocimiento nuestros conceptos, nuestro lenguaje?
  •     ¿El conocimiento está influenciado por condicionamientos culturales o históricos?
  •     ¿Quién sabe cómo es realmente el mundo?
  •     ¿Qué saben los que creen conocer el mundo?
  •     ¿El mundo es tal y como lo vemos, oímos y tocamos?
  •     ¿Cómo es posible un conocimiento digno de crédito?

Johannes Hessen, en su reconocida obra “Teoría del conocimiento”, procura presentar la esencia misma del fenómeno del conocimiento, para lo cual comienza explicando que dicho fenómeno se basa en una relación entre un sujeto y un objeto, siendo esta dualidad una característica esencial del conocimiento. Es importante señalar, además que, esta relación es también una correlación, dado que no hay lo uno sin lo otro, y porque además, la presencia de uno supone la del otro. Esta correlación se entiende como una apropiación o captación que el sujeto hace del objeto a través de la producción de una imagen del mismo, o de una representación mental del objeto, como resultado de una modificación que el objeto logra causar en el sujeto.
 


Sujeto    imagen   Objeto



Con respecto a la modificación aludida, debemos señalar que la misma refiere básicamente a la percepción del objeto, en la cual el sujeto que conoce no está simplemente pasivo y receptor, sino receptor y espontáneo.
Los objetos conocidos, pueden ser reales – como las cosas físicas del mundo – o pueden ser ideales – como los números y las figuras geométricas – pero lo que tienen en común todos ellos es el hecho de que todos son, en cuanto conocidos, independientes del espíritu humano.
Llegados a este punto, es pertinente esbozar cuáles son aquellos problemas principales de los cuales se ocupa la teoría del conocimiento, según Hessen. Ahora bien, ¿Todos sabemos a qué nos estamos refiriendo cuándo en filosofía hablamos de problemas?
La pregunta presentada, tal vez no resulte de particular importancia si la leemos desde la óptica de lo que cotidianamente entendemos por problema, pero es de destacar que en filosofía, la noción de problema resulta ser de fundamental importancia, entre otras cosas, porque como todos sabemos, la labor filosófica consiste en la búsqueda constante de respuestas a cuestiones que generalmente no se nos muestran tan evidentes en su solución, y que por lo tanto, suponen ciertas dificultades para llegar a la misma.
Para explicitar qué es a lo que referimos cuando hablamos de problema, nos remitimos a la definición que fuera esbozada por el filósofo español Julián Marías, quien al respecto ha expresado que:
“El verbo griego del que se deriva el sustantivo ‘problema’ quiere decir lanzar o arrojar delante. Problema significa, ante todo, algo saliente, por ejemplo, un promontorio; de un modo más correcto, un obstáculo, algo con que me encuentro delante; y por extensión metafórica, lo que llamamos usualmente problema intelectual. Pero repárese en que para que algo me sea obstáculo no basta con que esté ahí delante; también tengo delante la pared y ésta no me sirve de obstáculo, sino de abrigo (…); para que se convierta en obstáculo, no es suficiente su presencia ante mí: hace falta que yo necesite pasar al otro lado, precisamente a través de ella; entonces es efectivo obstáculo, en la forma concreta de lo que los griegos llaman ‘aporía’, es decir, falta de poro o agujero por el que salir de una situación. Podemos decir, por tanto, que uno de los elementos reales que integran un problema es la situación en que como tal se constituye; y una formulación de los problemas que omita esa situación, es en el sentido más riguroso, una formulación incompleta, abstracta y, en suma, ficticia.” [4]
Es precisamente por la caracterización de “problema”, por la cual es posible afirmar que:
1.      Todo problema (incluso aquel que se encuentre referido al conocimiento) hay que considerarlo en situación, no sólo a nivel del individuo, que es quien conoce, sino a nivel de los grupos humanos que han ido en su historia decantando sus conocimientos (en la ciencia, en el arte, en sus valores, etc.).
2.      El conocimiento no es “problema” porque por su propia índole nos aboca a la verdad, esto es, si al conocimiento le fuera indiferente la verdad o falsedad de las cosas, éste no sería ningún problema, pero sin embargo sabemos que generalmente a lo que se aspira es a “alcanzar” la verdad.

š    Los cinco problemas principales de la teoría del conocimiento reconocidos por Hessen

1.      La posibilidad del conocimiento humano:
      ¿Puede realmente el sujeto aprehender el objeto?
2.      El origen del conocimiento humano:
      ¿Es la razón o la experiencia la fuente del conocimiento humano?
3.      La esencia del conocimiento humano:
      ¿Es el objeto quien determina al sujeto o es al revés?
4.      Las formas del conocimiento humano:
      ¿El conocimiento es racional o puede ser intuitivo?
5.      El criterio de verdad:
      ¿Cómo sabemos que nuestro conocimiento es verdadero?

A modo de conclusión de la temática, es importante detenernos en las reflexiones que acerca de la teoría del conocimiento ha realizado el filósofo Otto Friedrich Bolnow, las cuales se expresan de la siguiente manera:
“La teoría del Conocimiento clásica se caracterizaba por la búsqueda de un punto a partir del cual se pudiera construir un sistema de conocimiento y comprensión seguro de la realidad, previa expulsión de todo lo dudoso. Sin embargo, este punto arquimédico no existe; el hombre vive en un mundo comprendido y no tiene sentido buscar un punto inicial que le permita reconstruir la verdad desde la base.” [5]



 – Bibliografía utilizada

-        Bollnow, Otto F.; “Introducción a la filosofía del conocimiento. La comprensión previa y la experiencia de lo nuevo”; Amorrortu Editores; Bs. As.
-        Cuvillier, A.; “Filosofía general. Metafísica”; Editorial Alfa; Bs. As.; 1962.
-        Ferrater Mora; “Diccionario Filosófico Ferrater Mora”; Editorial Alianza; Madrid; 1979.
-        Frassineti De Gallo, Martha; Salatino De Klen, Gabriela; “Filosofía: Esa búsqueda reflexiva”; A-Z Editora; Bs. As.; 1993.
-        Gadamer, Hans-Georg; “Verdad y Método”; Ediciones Sígueme; Salamanca; 1991.
-        Herder; “Diccionario de Filosofía”; Edición digital; Editorial Empresa Herder, Copyright; Barcelona; 1996-1998.
-        Hessen, J.; “Teoría del conocimiento”; Editorial Espasa-Calpe S.A., 10ª edición; Madrid, 1964.
-        Marías, Julián; “Introducción a la Filosofía; Revista de Occidente; Madrid; 1947.
-        Vargas-Mendoza, J. E.; Teoría del conocimiento”; Asociación Oaxaqueña de Psicología A.C.; México; 2006. Disponible en:
      http://www.conductitlan.net/conocimiento.ppt





[1] Herder; “Diccionario de Filosofía”; Edición digital; Editorial Empresa Herder, Copyright; Barcelona; 1996-1998.
[2] Ídem nota 1.
[3] Ídem nota 1.
[4] Marías, Julián; “Introducción a la Filosofía; Revista de Occidente; Madrid; 1947.
[5] Bollnow, Otto F.; “Introducción a la filosofía del conocimiento. La comprensión previa y la experiencia de lo nuevo”; Amorrortu Editores; Bs. As.
[6] El filósofo mencionado será trabajado como cierre de la Unidad 1 correspondiente a “Teoría del conocimiento”, con lo cual se pretende presentar el problema del conocimiento desde la perspectiva del giro lingüístico acontecido en la filosofía contemporánea.