jueves, 26 de mayo de 2016




  • Prof. Antonella Mármol Vila.
  • Asignatura: Filosofía y Crítica de los Saberes.
  • Curso: 1º Bachillerato.


El mito de Prometeo - 

     Era un tiempo en el que existían los dioses, pero no las especies mortales. Cuando a éstas les llegó, marcado por el destino, el tiempo de la génesis, los dioses las modelaron en las entrañas de la tierra, mezclando tierra, fuego y cuantas materias se combinan con fuego y tierra. Cuando se disponían a sacarlas a la luz, mandaron a Prometeo y Epimeteo que las revistiesen de facultades distribuyéndolas convenientemente entre ellas. Epimeteo pidió a Prometeo que le permitiese a él hacer la distribución "Una vez que yo haya hecho la distribución, dijo, tú la supervisas". Con este permiso comienza a distribuir. Al distribuir, a unos les proporcionaba fuerza, pero no rapidez, en tanto que revestía de rapidez a otros más débiles. Dotaba de armas a unas, en tanto que para aquellas, a las que daba una naturaleza inerme, ideaba otra facultad para su salvación. A las que daba un cuerpo pequeño, les dotaba de alas para huir o de escondrijos para guarnecerse, en tanto que a las que daba un cuerpo grande, precisamente mediante él, las salvaba.
De este modo equitativo iba distribuyendo las restantes facultades y las ideaba tomando la precaución de que ninguna especie fuese aniquilada. Cuando les suministró los medios para evitar las destrucciones mutuas, ideó defensas contra el rigor de las estaciones enviadas por Zeus: las cubrió con pelo espeso y piel gruesa, aptos para protegerse del frío invernal y del calor ardiente, y, además, para que cuando fueran a acostarse, les sirviera de abrigo natural y adecuado a cada cual. A algunas les puso en los pies cascos, y a otras, piel gruesa sin sangre. Después de esto, suministró alimentos distintos a cada una: a una, hierbas de la tierra; a otras, frutos de los árboles; y a otras raíces. Y hubo especies a las que permitió alimentarse con la carne de otros animales. Concedió a aquellas, descendencia, y a éstos, devorados por aquéllas, gran fecundidad; procurando, así, salvar la especie.
Pero como Epimeteo no era del todo sabio, gastó, sin darse cuenta, todas las facultades en los brutos. Pero quedaba aún sin equipar la especie humana y no sabía qué hacer. Hallándose en ese trance, llega Prometeo para supervisar la distribución. Ve a todos los animales armoniosamente equipados y al hombre, en cambio, desnudo, sin calzado, sin abrigo e inerme. Y ya era inminente el día señalado por el destino en el que el hombre debía salir de la tierra a la luz. Ante la imposibilidad de encontrar un medio de salvación para el hombre. Prometeo roba a Hefesto y a Atenea la sabiduría de las artes junto con el fuego (ya que sin el fuego era imposible que aquella fuese adquirida por nadie o resultase útil) y se la ofrece, así, como regalo al hombre. Con ella recibió el hombre la sabiduría para conservar la vida, pero no recibió la sabiduría política, porque estaba en poder de Zeus y a Prometeo no le estaba permitido acceder a la mansión de Zeus, en la acrópolis, a cuya entrada había dos guardianes terribles. Pero entró furtivamente al taller común de Atenea y Hefesto en el que practicaban juntos sus artes y, robando el arte del fuego de Hefesto y las demás de Atenea, se las dio al hombre. Y, debido a esto, el hombre adquiere los recursos necesarios para la vida, pero sobre Prometeo, por culpa de Epimeteo, recayó luego, según se cuenta, el castigo del robo.
El hombre, una vez que participó de una porción divina, fue el único de los animales que, a causa de este parentesco divino, primeramente reconoció a los dioses y comenzó a erigir altares e imágenes a los dioses. Luego, adquirió rápidamente el arte de articular sonidos vocales y nombres, e inventó viviendas, vestidos, calzado, abrigos, alimentos de la tierra. Equipados de este modo, los hombres vivían, al principio, dispersos y no en ciudades, siendo, así, aniquilados por las fieras, al ser en todo más débiles que ellas. El arte que profesaban constituía un medio, adecuado para alimentarse, pero insuficiente para la guerra contra las fieras, porque no poseían el arte de la política, del que el de la guerra es una parte. Buscaban la forma de reunirse y salvarse construyendo ciudades, pero, una vez reunidos, se ultrajaban entre sí por no poseer el arte de la política, de modo que al dispersarse de nuevo, perecían.

Entonces Zeus, temiendo que nuestra especie quedase exterminada por completo, envió a Hermes para que llevase a los hombres el pudor y la justicia, a fin de que rigiesen en las ciudades la armonía y los lazos comunes de amistad. Preguntó, entonces, Hermes a Zeus la forma de repartir la justicia y el pudor entre los hombres: "¿Las distribuyo como fueron distribuidas las demás artes?" Pues éstas fueron distribuidas así: Con un solo hombre que posea el arte de la medicina, basta para tratar a muchos, legos en la materia; y lo mismo ocurre con los demás profesionales. "¿Reparto así la justicia y el poder entre los hombres, o bien las distribuyo entre todos?” "Entre todos - respondió Zeus - y que todos participen de ellas; porque si participan de ellas solo unos pocos, como ocurre con las demás artes, jamás habrá ciudades. Además, establecerás en mi nombre esta ley: Que todo aquel que sea incapaz de participar del pudor y de la justicia sea eliminado, como una peste, de la ciudad.'' 
                                                                                                                                         (Platón; "Protágoras".

lunes, 23 de mayo de 2016

Sócrates

  • Prof. Antonella Mármol Vila.
  • Asignatura: Filosofía y Crítica de los Saberes.
  • Curso: 1º Bach.

Un modelo de vida filosófica:
Sócrates

Contexto histórico-cultural.
Características generales sobre su vida.

Es importante tener en cuenta el momento histórico en el que Sócrates vivió para comprender mejor sus ideas, su lucha y también sus principales problemas, algunos de los cuales le condujeron incluso a la muerte.
El período de juventud de Sócrates acontece durante la etapa de poderío de la ciudad de Atenas, la cual vivía su período de mayor esplendor tanto político como cultural, principalmente luego de derrotar a los persas. Paulatinamente, Atenas se transforma en un imperio y de esta manera se logra ver nacer en sus ciudadanos un fuerte sentimiento de pertenencia, fortalecido además por la participación del pueblo en las magistraturas; el incremento de poder de la asamblea popular constituyó una de las características más notables de dicho período.
A nivel cultural, Atenas se convirtió en una de las ciudades más hermosas, exhibiendo inclusive sus obras maestras en los monumentos públicos. Pericles1, contribuye al mantenimiento de dicho florecimiento cultural y otorgó protección a destacados artistas.
Pero estas óptimas condiciones no perdurarían por mucho tiempo. El poderío ateniense se vio seriamente perturbado por las guerras tanto externas como internas, así como también por la peste que invadió la ciudad. Durante estos acontecimientos fue transcurriendo la vida de Sócrates.
Sócrates nació y murió en esta ciudad, con la cual se sentía fuertemente comprometido. Nació entre el 470-469 a.C. y murió en el 399 a.C. condenado a muerte. Fue hijo de un escultor llamado Sofronisco y de una partera llamada Fenareta.
Sócrates crece en esta época en donde del tratamiento de los problemas de la naturaleza se pasa al interés por los problemas del hombre, cambio que se encontró estrechamente ligado a la situación que se vivía en aquel entonces, no es casualidad que Sócrates centrara su interés en problemas éticos y morales y no de otra índole.
Se dedicó a ser maestro y poco a poco fue despertando en él, su misión de purificador de conciencias. Se dice que desde joven venía recibiendo mensajes o advertencias de una misteriosa “voz”, “señal” o daimon (demonio interior). En “El Banquete” de Platón se comentan sus distracciones, las cuales eran como largas abstracciones debidas a su intensa concentración mental sobre ciertos problemas.

Amaba la vida en la ciudad: “Nada me enseñan los árboles y las flores, sino los hombres en la ciudad”; tanto así que sólo abandonó la ciudad de Atenas para defenderla en la guerra. Se dedicaba a dialogar con sus conciudadanos y se consideraba a sí mismo un tábano que aguijonea a los demás para que se cuestionen a sí mismos sobre lo que hacen y por sobre todo sobre lo que creen saber.

La cuestión socrática

La misión que Sócrates se atribuía la hace remontar, en la Apología, a la respuesta que en Delfos dio la Pitonisa2 a su amigo Querefonte cuando preguntó si había alguien que fuese más sabio que su amigo Sócrates y la Pitonisa contestó que no. A partir de ese momento, Sócrates se dedicó a conocer a los hombres con la finalidad de ayudarlos a que se conocieran a sí mismos para convertirse en mejores personas. La elección de sus discípulos respondía a la disposición moral e intelectual que éstos manifestaran.
Sócrates, cabe señalar, consideraba que la misión llevada a cabo por el maestro era sagrada, aspecto que nos conduce a denotar en él su honda religiosidad, también expresada en el hecho de considerar a la filosofía como un camino hacia la purificación. Sócrates tenía conciencia de que su misión de educador era “divina”. Invitaba a los hombres a realizar un examen diario de conciencia y creía que más que sentir vergüenza ante los demás, por las faltas cometidas, había que sentir vergüenza ante sí mismo. Según Sócrates, el hombre debía sentirse avergonzado consigo mismo por ocuparse por sus intereses materiales y no dedicarse a purificar su alma. Su misión se ve fortalecida con el dictamen del oráculo de Delfos3: “Conócete a ti mismo”, y podemos decir que en esto consistiría el primer momento de su magisterio, el protréptico, vale decir el exhortativo, el cual sólo resultaría eficaz al realizar la refutación, élenkhos, y es éste el que hace un llamado a sentir vergüenza ante sí mismo. La refutación es considerada un beneficio que brinda quien refuta, pero es además un deber desde el punto de vista moral. Al realizar el examen de conciencia, el primer resultado que se obtendrá será ser consciente de que no se sabe, ser consciente de la propia ignorancia representaba para Sócrates un conocimiento verdadero.
El logos (la razón) es concebido por Sócrates no como un instrumento, sino como una realidad autónoma, superior al que razona, que se impone a la mente. De esta manera, el hombre mediante el razonamiento se pone en contacto con un mundo más elevado. Es así que Sócrates siente que posee en su interior una fuente de revelación: el ejercicio del logos, que le abre las puertas a un mundo superior donde las cosas ya no son medianas, relativas, apariencias, porque lo que esta revelación interior nos entrega es la verdad misma, la verdad una, que se opone así, de la manera más terminante, a la verdad múltiple, personal y caprichosa.
Volviendo al tema de la refutación es necesario esclarecer que la persona que será refutada no debe adquirir una actitud pasiva, sino que por el contrario debe ayudar en su refutación. Realizar la refutación es indispensable para que el alma pueda llegar a la verdad. En este sentido hay que tener en cuenta que, según el maestro, para lograr la purificación espiritual, inteligencia y voluntad debían constituir una unidad, sin la cual no sería posible la obtención del conocimiento verdadero, conocimiento a través del cual se llega a conocer el verdadero bien. Mediante la obtención del conocimiento se pueden derivar las normas universalmente válidas de conducta. A partir de la unión entre inteligencia y voluntad, se va generando un hábito definido como la posibilidad de autodominio, lo cual significa la capacidad de vencerse a sí mismo y no ser vencido por sí mismo.
El método por medio del cual Sócrates conducía a los hombres a conocer la verdad que ya existía en el alma de ellos mismos, se conoce con el nombre de mayéutica. A través de interrogantes, el maestro logra que sus discípulos busquen en su interior las verdades innatas, estimulando de esta manera el surgimiento de la investigación. Cabe señalar que, dichas interrogantes, iban acompañadas de la ironía, la cual cuando se encontraba dirigida hacia sus amigos, tenía como finalidad liberar al entendimiento de los errores, mientras que por el contrario, cuando iba dirigida hacia sus enemigos, ésta se convertía en un instrumento utilizado con el fin de ridiculizarlos.
Es de destacarse que Sócrates no escribió nada, debido a que prefería la palabra viva: “Pues la escritura, que en esto se parece a la pintura, tiene de grave que sus obras están presentes a ti como si fueran personas; pero si las interrogas, callan majestuosamente. Así sucede con los discursos escritos. Sócrates vivió su vida en constante búsqueda de la verdad, y en esa búsqueda la escritura carecía de sentido; el diálogo en cambio era quien tenía el rol fundamental, ya que como señala Xavier Zubiri “los testimonios más antiguos convienen todos en que Sócrates no se ocupó sino de ética, y que introdujo el diálogo como método para llegar a averiguar algo universal acerca de las cosas.”

  • Intelectualismo moral

Debemos señalar que el objetivo principal de la actividad de Sócrates fue moral, lo percibimos al notar que sus preguntas se referían a los valores morales, entendidos éstos como la posibilidad de perfección del individuo. Dicha perfección consiste, según Sócrates, en la autarquía o autodominio, con lo cual se constituye el ideal clásico del sabio moral: el héroe no es aquel que vence sobre los demás, sino el que vence sobre uno mismo. El sabio entonces es el que, ordenándose conforme a su inteligencia, logra dominarse a sí mismo, lo cual significa que hay algo en uno mismo (las pasiones) que debe ser dominado y cuyo desgobierno acarrea la infelicidad, la imperfección o el mal moral.
Pues bien, para semejante propósito moral se precisa de un conocimiento distinto de las especulaciones sobre el origen de la naturaleza, por lo cual en el pensamiento socrático la mirada no ha de dirigirse hacia fuera y a los comienzos, sino hacia dentro (hacia sí mismo) y hacia los fines (de las acciones, de la vida humana). La filosofía tiene que ser autognosis (conocimiento de sí mismo), porque sin el conocimiento moral no hay autodominio.
Aclaremos que la virtud no se basa en las costumbres, ni las convenciones, ni en los hábitos sociales, ni tampoco en lo que podríamos llamar la buena disposición natural, “el buen corazón”. Se basa en el conocimiento y en la aprehensión intelectual de los valores. Sócrates trata de someter la vida humana y sus valores a la razón, intenta racionalizar la conducta humana, ajustándola a normas fijas y universales.
Sócrates consideraba que, si bien hay muchas virtudes, todas mantienen una esencia en común: creía que la virtud es ciencia y que la ciencia es virtud. La ciencia no consistiría en una mera acumulación de hechos, sino que se constituiría por medio de conceptos estables, fijos e inmutables. Asimismo, sostiene la creencia en que la virtud puede ensañarse al igual que se enseña la ciencia. De esta manera se va forjando el camino de la ciencia, mediante el paso desde los particulares hacia la unidad de lo universal, por medio de la inducción. Pero Sócrates, además de la inducción, también practicaba la deducción, aunque sólo para hacer aplicaciones prácticas de los principios generales de conducta a los casos particulares.
Es preciso tomar en consideración que quienes interpretaron la ética concebida por Sócrates como utilitarista, no lograron captar el verdadero sentido de la cuestión, ya que según Sócrates quien posee sabiduría, posee a la vez independencia de las cosas materiales, lo cual le permitirá vivir con gran alegría.
Pues bien, para ser virtuoso hay que conocer la virtud, pero además quien conoce la virtud no puede dejar de ser virtuoso. Si sabe claramente qué es lo bueno, ¿cómo iba a hacer el mal? Si sabe claramente la relación que hay entre la virtud y la felicidad, ¿cómo iba a no ser virtuoso? ¿Quién que supiera lo que el mal significa lo iba a hacer? Esto significa que entendía que la mala conducta moral es, en todos los casos, un error de conocimiento: el mal es involuntario (en este punto Sócrates recibe muchas críticas, ya que se argumenta que es posible actuar injustamente sabiendo que se está obrando mal).
De la identificación del saber con la virtud se sigue que no hay varias virtudes sino una sola virtud, la virtud moral, lo que es verdaderamente bueno para el hombre y conduce a la salud y armonía del alma. Una consecuencia más importante es, con todo, la de la posibilidad de enseñar la adquisición de la virtud (aunque el método de Sócrates era dialéctico y no meramente expositivo, de su identificación de la virtud con el saber, se deriva que la virtud puede ser enseñada). Cabría aquí una distinción: el conocimiento intelectual de la virtud puede comunicarse mediante la instrucción, pero no la virtud misma.
El método socrático

Podemos decir que el método socrático consta de dos fases, a saber: la primera negativa y la segunda positiva. Para entenderlo mejor, presentemos los pases que siguen las mismas:

    1. Fase negativa – Se realiza a través de dos pasos: ironía y refutación.
La ironía consiste en fingir ignorancia acerca de un tema con el objetivo de hacer hablar a la otra persona, para que ésta se explaye sobre el tema que cree conocer bien.
La refutación se realiza a través del diálogo y consiste en la demostración de la existencia de contradicciones en el propio pensamiento. Tiene por finalidad eliminar las ideas falsas y conducir al otro a tomar conciencia de su propia ignorancia.

    1. Fase positiva – Se denomina mayéutica.
La mayéutica es el arte de ayudar a dar a luz ideas. Tiene como finalidad llevar al otro, a través del diálogo, a respuestas no contradictorias y definiciones, para en definitiva, llegar a la verdad.


  • Explicación del método

Cuando a los hombres se les pregunta y se les pregunta bien, responden conforme a la verdad. El secreto, entonces, está en preguntar bien, ya que quien pregunta bien descubre la verdad que está dormida en la mente de cada hombre. La mayéutica, por lo tanto, exige el ejercicio de la razón propia, dejando a un lado las meras opiniones, iniciando así una búsqueda rigurosa que lleve al sujeto a sacar a la luz la verdad. Esta fe socrática en la posibilidad del descubrimiento racional de la verdad, le lleva a Sócrates a compararse irónicamente con su madre: la partera Fenareta (mayéutica significa el arte de la comadrona, de ayudar a dar a luz).
Mediante la ironía, Sócrates hacía frente a las opiniones sin fundamento y a la arrogancia de la conciencia dogmática que cree poseer la verdad. Consistía en hacer preguntas que, bajo la apariencia de tener en alta estima el saber expuesto por el interlocutor, mostraban, en realidad, la inconsistencia del mismo y ponían al interlocutor en la posición de tener que reconocer su ignorancia, quedando refutado aquello que estimaba antes como verdadero.
A esta operación se creía con derecho Sócrates, ya que él mismo partía reconociendo su ignorancia. Es famosa su frase “Sólo sé que no sé nada”; según se cuenta en la “Apología” de Platón, cuando, preguntado el oráculo sobre quién era el más sabio de los griegos, respondió que Sócrates. Éste, en cambio, lo interpretó en este sentido: que él no era arrogante, que él era el único que reconocía su ignorancia. La ironía es lo contrario de lo que hacían los sofistas: éstos cobraban un dinero a cambio del saber que ofrecían; Sócrates no cobraba nada y empezaba por quitarte el saber que creías tener. Sócrates comparaba la sofística con el arte culinario, que busca satisfacer el paladar, pero no se preocupa de las digestiones; mientras que su propio método, en cambio, es como la medicina, que no se cuida de si causa dolores al paciente, con tal de restablecer su salud.
Como señalamos con anterioridad, el segundo momento del método es la mayéutica, es decir, el arte de ayudar a dar a luz la verdad. Consiste en conducir la conversación de modo que pueda surgir la verdad del interior de cada uno, donde estaba latente. El hecho de que la verdad procede de nuestro interior significa que no llegamos a poseer de verdad sino aquellas verdades que producimos en nosotros mismos. Esta verdad que se encuentra en el interior de cada hombre no es relativa a cada uno (Sócrates se opone al relativismo sofístico), sino que es común, es verdad en sí, objetiva.
Se trata de buscar la definición (la esencia) de lo que se está considerando. Sócrates preguntaba incansablemente ¿qué es?... la justicia, la felicidad, el bien, etc., para alcanzar, por encima de la pluralidad de casos en que se predica el concepto, la unidad de la definición. Este procedimiento del diálogo socrático consiste en buscar la definición por medio del razonamiento inductivo.
Según Aristóteles, El razonamiento inductivo y la definición son las aportaciones de Sócrates a la filosofía.

Muerte de Sócrates

Mientras Sócrates desempeñaba su misión, se estaban gestando situaciones que lo conducirían a la muerte. En el año 399, Meleto, Ánito y Licón, acusan a Sócrates de corromper a la juventud, de desconocer a los dioses patrios y de introducir seres demoníacos, y por tales motivos piden su muerte.
Según relata la Apología platónica, Sócrates fue juzgado y condenado a muerte. Sócrates fue encarcelado y treinta días después de su sentencia, su amigo Critón le avisa que al día siguiente tendrá que morir y le pide que acepte la fuga que él y sus amigos le prepararon, fuga que Sócrates rechaza, muriendo víctima del veneno que el carcelero le trae para que beba.
Debido a la serenidad con la que enfrenta su condena y al rechazo hacia la fuga que le fue preparada, su muerte adquiere un sentido heroico.

1 Pericles (495- 429 a.C.) fue un influyente político y orador ateniense en los momentos de la edad de oro de la ciudad (entre las Guerras Médicas y las del Peloponeso). Se lo consideraba un hombre honesto y lleno de virtudes. El periodo en el que Pericles gobernó Atenas es conocido como el Siglo de Pericles. Pericles promocionó las artes y la literatura, razón por la cual Atenas tiene la reputación de haber sido el centro educacional y cultural de la Antigua Grecia. También se lo recuerda por haber comenzado un ambicioso proyecto que llevó a la construcción de la mayoría de las estructuras supervivientes en la Acrópolis de Atenas, incluyendo el Partenón.

2 La Pitonisa o Pitia es un personaje que suele presentarse tanto en los relatos antiguos como en las mitologías. En Grecia, estas mujeres eran un elemento sumamente importante para las grandes jerarquías, dado que gracias a ellas, se podía llegar a conocer la voluntad de los dioses.

3 Un oráculo es una respuesta que da un dios por medio de sacerdotes o de la Pitonisa, o incluso a través de interpretaciones de señales físicas (tintineo de campanillas, por ejemplo), o de interpretaciones de símbolos. También se llama oráculo al propio lugar en que se hace la consulta y se recibe la respuesta. El oráculo más famoso por excelencia, fue el de Delfos, célebre sitio donde la Pitia profesaba las sentencias de Apolo.