jueves, 26 de septiembre de 2019


Propuesta de escrito domiciliario
                                                          - Filosofía y Crítica de los saberes -     
                                                                                  4to año
             Película: “Un milagro para Helen Keller” (1962).


    La película nos acerca a la historia real de Helen Keller, una niña que sufrió una enfermedad que la dejó sorda y ciega a los 19 meses de vida. Durante sus primeros años, Helen resuelve su incapacidad expresándose mediante conductas agresivas. Antes de cumplir sus siete años, los padres de Helen deciden contratar a una institutriz. Anne Sullivan, quien comienza a trabajar con la niña implementando diversas técnicas a fin de que Helen pueda adquirir lenguaje y modales que le permitan comunicarse y expresarse.
   Helen Keller (1880-1968) llegó a ser escritora, oradora y activista política.
   Este caso permite aprender y reflexionar sobre la adquisición del lenguaje (sus tipos y funciones) el desarrollo del pensamiento y el contacto con la realidad, todo lo cual se enmarca en la tercera unidad del curso “Pensamiento, lenguaje y realidad”.

Consigna de trabajo:

1. ¿Cómo era el contacto que Helen tenía con la realidad antes de iniciar el tratamiento pedagógico con la maestra Anne? Vincula tu respuesta con los tipos de realidad que corresponda.

2. ¿Qué formas o tipos de lenguaje utilizaban inicialmente y cuáles pudo incorporar a partir del proceso de enseñanza? ¿De qué manera estas adquisiciones repercutieron en su vida?

3. Los cambios referidos anteriormente tienen que ver con cambios a nivel de emotividad valores y sentimientos tales como amor respeto obediencia. Explica a partir de ejemplos.

4. Explica qué es un símbolo y qué rol desempeñan los mismos en la adquisición del lenguaje. Representa lo respondido con ejemplos de la película.

martes, 3 de septiembre de 2019

Objetividad y subjetividad en Ciencia


Objetividad y subjetividad en Ciencia

š El observador científico ¿Tiene una mirada objetiva sobre aquellos hechos que estudia?

"(…) en este sentido radical y universal, la toma de conciencia histórica no es el abandono de la tarea eterna de la filosofía, sino la ruta que nos ha sido dada para acceder a la verdad siempre buscada".  [1]

En el presente repartido temático se pretende abordar, desde una postura crítico reflexiva, una de las variadas aristas que se hallan comprendidas dentro de la vasta problemática referente a la objetividad de la ciencia. Para ello, es de destacar, serán analizadas algunas de las reflexiones expuestas por el Doctor en Física y Licenciado en Filosofía de origen belga, Gérard Fourez, quien en el Capítulo II de su obra “La construcción del conocimiento científico: filosofía y ética de la ciencia” esboza su concepción crítica con respecto a la supuesta mirada objetiva del observador científico, a partir de lo cual lleva a cabo una desmitificación de la idea de ciencia; idea que ha sido cuestionada desde la gestación de dicha concepción crítica en la década del ’80 con Pierre Thuillier en su obra “De Arquímedes a Einstein. Las caras ocultas de la invención científica” y continuada por Fourez. Precisamente, a instancias de lo señalado con anterioridad, es que resulta posible establecer una relación conceptual entre ciertos postulados propios de Thuillier y aquellos presentados por Fourez en la obra aludida.
Como hemos visto en clase, la objetividad absoluta es un ideal que ha sabido obrar en tanto justificación del conocimiento científico, y particularmente, de quienes se encargan de llevar a cabo el “descubrimiento” del mismo, a saber: los científicos. Ahora bien, en dicha consideración epistemológica se deja a un lado la labor de uno de los actores principales – por no decir el principal – en lo que al conocimiento científico respecta, a saber: el sujeto, sin el cual no sólo no existe conocimiento científico, sino que tampoco tendría sentido hablar en términos de objetividad, ya que la misma terminología de la palabra hace referencia a la existencia del sujeto, el cual posibilita el establecimiento mismo de la dicotomía sujeto-objeto, tan característica del modelo neopositivista. Es precisamente por ello que, a continuación, nos dispondremos a reflexionar acerca de aquel mito que pretende borrar la influencia del sujeto cognoscente en lo que respecta a la observación científica.
Comencemos con algo que plantea Fourez: una tesis (entiéndase una hipótesis e inclusive una teoría) nunca constituye una mirada absoluta y acabada del sector de la realidad al cual refiere, sino que por el contrario, la tesis representa un determinado modo de ver la realidad, frente al cual surgirá una antítesis o negación, lo que a su vez dará lugar a una síntesis entre ambas, que será entendida como un nuevo modo de ver. La correcta interpretación de este aspecto tan significativo para la ciencia, nos posiciona en un lugar privilegiado en lo que a la cuestión de la objetividad se refiere, debido a que a partir del mismo nos es posible asistir al descubrimiento de la tensión existente entre el sujeto cognoscente y la realidad en la cual éste estructura sus vivencias.
Pero, ¿por qué resulta tan relevante explicitar algo que se nos puede llegar a presentar como una obviedad? Precisamente, porque desde la concepción clásica de la ciencia no se atiende a entender a la tesis como una visión inacabada, sino que por el contrario, las denominadas verdades científicas aparecen como garantizadas por leyes necesarias, universales y eternas, es decir, leyes que se conciben como posibilitadoras del hallazgo de verdades con carácter absoluto, y por ende, capaces de brindar una explicación objetiva de lo que es. Sin embargo, y tal vez con una tonalidad un tanto irónica, es posible preguntarnos si realmente resulta objetivo concebir que la observación de la cual se sirven las ciencias es una observación fiel de la realidad, es decir una observación que, como señala Fourez, se presenta como una visión pasiva o estudio receptivo de lo real. A este respecto, cabe explicitar por qué señalo que tal interrogante puede sonar irónica, y es precisamente porque concibo que en defensa de una objetividad ilusoria se aniquila la posibilidad de observar los hechos de una forma verdaderamente objetiva, a saber: entendiendo que quien observa se halla inserto en un universo cultural determinado, el cual condiciona su observación de la realidad, y por ello la misma, más que como un modo de ver neutral, debería ser entendida como selección, estructuración y construcción, esto es, como interpretación.
Lo expresado guarda su razón de ser en el hecho que de, desde el momento en que el observador escoge un determinado sector de la realidad – entiéndase objeto de estudio – sobre el cual iniciar la investigación científica, se encuentra poniendo en juego su propia subjetividad. Pero esa subjetividad no aparece en escena sólo en lo que refiere a la elección de un campo de estudio, sino en todo lo referente a ello, por ejemplo, en la adopción de una determinada corriente o modelo epistemológico, dentro del cual se elegirán determinados métodos, ya sea para estudiar, justificar o incrementar los conocimientos, porque como señala Klimovsky “(…) entre los métodos que utiliza el científico se pueden señalar métodos definitorios, métodos clasificatorios, métodos estadísticos, métodos hipotético deductivos (…)”. [2] Sucede que, al reconocer no varios y opcionales métodos, sino “el método científico”, se elimina la multiplicidad y por ende las opciones subjetivas en la elección de los mismos, algo que inmediatamente nos remonta al recuerdo de lo que, desde la época moderna, anhelaba Descartes para el método de la filosofía, a saber: un método universal y sencillo, constituido por reglas fijas dirigidas a descubrir la verdad de lo que existe. [3]
Ello guarda estrecha relación con la crítica de Thuillier, quien muestra que desde la concepción clásica se entiende que la verdad está en la naturaleza, y corresponde al científico descubrirla, no interpretarla, para lo cual éste debe callar su subjetividad. [4]
Pues bien, retomando el tema de la observación entendida como mirada pasiva y receptiva, es preciso señalar que desde dicha perspectiva se vislumbra la consideración de que, en la relación sujeto-objeto, es el objeto quien representa el elemento activo, mientras que al sujeto le corresponde el registro fiel de la realidad, y por lo tanto pasivo, lo cual se justifica atendiendo a la objetividad de la observación realizada, en la que a consecuencia de lo dicho no se reconoce una actividad interpretativa. Contrariamente a ello, nuestro autor entiende que la observación es una actividad interpretativa debido a que cuando observamos lo primero que hacemos es describir, y para ello, indefectiblemente nos servimos de ciertas nociones teóricas previamente adquiridas, y a las cuales se sumarán los nuevos modelos teóricos que nos brindamos cada vez que nos disponemos a observar, esto es, a interpretar. He aquí la concepción hermenéutica de la observación, la cual nos permite ver que cada una de las definiciones científicas que han tenido lugar a lo largo de la historia de la ciencia, constituyen una relectura del mundo, las cuales se elaboran desde una perspectiva epistemológica determinada. Es por ello que, como también indica Thuillier, el científico no parte de un vacío teórico.
En este sentido, Fourez nos muestra la importancia de considerar que: “Una observación sería por lo tanto, una forma de mirar el mundo, integrándolo en la visión teórica antigua y aceptada”. [5] Según lo expuesto, a la ciencia le es inherente una actividad de reflexión teórica, y no únicamente de registro de datos fieles a lo real, lo cual debería conducir al científico a tomar conciencia de que las proposiciones empíricas no se oponen a las teóricas, sino que éstas son teóricas en sí mismas.
Es por todo lo expresado que, desde los perfiles críticos, los hechos estudiados por la ciencia son concebidos no como algo dado, sino como una construcción del sujeto cognoscente, o mejor dicho, del intérprete de los mismos. Ahora bien, si admitimos lo dicho y pretendemos ser consecuentes con las ideas aquí esbozadas, debemos conceder además que, las mismas teorías científicas deben ser entendidas en tanto construcciones culturales, sociales e históricas, y por lo tanto, las tan prestigiosas verdades de la ciencia resultan ser no absolutas, sino históricas. No obstante, ello no elimina la posibilidad de hablar de objetividad en ciencia, lo que sí excluye es el gran equívoco de entender que la objetividad es aquella que se halla a salvaguarda del sujeto y de la subjetividad que le es propia, porque como destaca Fourez, la objetividad nunca es absoluta, sino relativa a una cultura. En ello radica el elemento de fidelidad que nos es posible atribuir al conocimiento científico, a saber: la obtención de conocimientos que son adquiridos según convenciones establecidas por una comunidad cultural concreta.
Ahora bien, la concepción clásica lejos de ser una simple concepción ingenua respecto de la ciencia, implica el enmascaramiento de aquellos intereses que desempañan un rol de fundamental importancia en lo que al curso de una investigación refiere. Con ello me encuentro haciendo referencia al hecho de que el científico es un ser humano que se halla inserto en una determinada sociedad, en una determinada configuración lingüística, que adhiere a una determinada ideología, y que además no se halla exento de ciertos intereses sociales, políticos, económicos e incluso personales. Es así que, en las propias palabras del autor, encontramos expresado lo dicho: “(…) nuestro entorno nos condiciona, influye de modo manifiesto en nuestro modo de mirar”. [6] Lo señalado nos conduce a concluir que los saberes de los cuales somos partícipes se construyen socialmente, por lo cual la ciencia debería ser entendida como una construcción social e histórica, concepción que alberga la denominada orientación socioconstructivista en la cual se inscribe el pensamiento de Fourez.
Sin embargo, la reflexión precedente no debe conducirnos a la errónea ilusión acerca de que el científico crea realidades, por el contrario, lo que aquí se pretende afirmar es que los hechos observados son una construcción del intérprete, no lo real.
Para finalizar, me interesa hacer referencia al epígrafe que encabeza el presente repartido, el cual pertenece al filósofo hermeneuta Hans-Georg Gadamer, ya que resulta preciso resaltar la significación inmersa la citada frase. Pues bien, extrapolando al ámbito de la ciencia la consideración manifiesta en dicho epígrafe, me interesa señalar la relevancia que el mismo guarda en relación a lo reflexionado acerca del carácter histórico de las verdades, y por lo tanto, a la ilusoria aspiración a alcanzar verdades absolutas.
En efecto, lo que Gadamer pretende expresar en dicha expresión, es la posibilidad de acceder a la verdad, lo cual es posible lograr si como condición previa nos aceptamos como sujetos históricos, inmersos en una existencia histórica que nos condiciona pero que también nos permite ser originales en la significación que cada uno de nosotros otorga a la vida, al mundo, y en definitiva a los hechos históricos que constituimos y que a la vez nos constituyen, en una retroalimentación constante. Por lo tanto, en este sentido, y sólo en éste, es que nos es posible ser objetivos, reconociendo la praxis de nuestro ser como sujetos cognoscentes activos, compuesto por ideas, sentimientos, creencias y prejuicios, y en definitiva, por una subjetividad que nos es propia y de la cual no podemos desprendernos en ningún momento de la vida.


[1] Gadamer, H. G.; “El problema de la conciencia histórica”; Editorial Tecnos; Madrid, 1993.
[2] Klimovsky, G.; “Las desventuras del conocimiento científico”; Editorial A-Z; Buenos Aires - Argentina, 1994.
[3] Ver: Descartes, R.; “Discurso del método”; Colección Austral, Espasa - Calpe; Madrid, 1975.
[4] Ver: Thuillier, P.; “De Arquímedes a Einstein. Las caras ocultas de la invención científica”; Alianza Editorial; Madrid - España, 1990.
[5] Fourez, G.; “La construcción del conocimiento científico: filosofía y ética de la ciencia”; Ediciones Narcea S.A.; España.
[6] Fourez, G.; “La construcción del conocimiento científico: filosofía y ética de la ciencia”; Ediciones Narcea S.A.; España.

viernes, 30 de agosto de 2019

Mito de Prometeo


El mito de Prometeo
(Platón, Protágoras, 320d-321d) 

<<... Era un tiempo en el que existían los dioses, pero no las especies mortales. Cuando a éstas les llegó, marcado por el destino, el tiempo de la génesis, los dioses las modelaron en las entrañas de la tierra, mezclando tierra, fuego y cuantas materias se combinan con fuego y tierra. Cuando se disponían a sacarlas a la luz, mandaron a Prometeo y Epimeteo que las revistiesen de facultades distribuyéndolas convenientemente entre ellas. Epimeteo pidió a Prometeo que le permitiese a él hacer la distribución "Una vez que yo haya hecho la distribución, dijo, tú la supervisas". Con este permiso comienza a distribuir. Al distribuir, a unos les proporcionaba fuerza, pero no rapidez, en tanto que revestía de rapidez a otros más débiles. Dotaba de armas a unas, en tanto que para aquellas, a las que daba una naturaleza inerme, ideaba otra facultad para su salvación. A las que daba un cuerpo pequeño, les dotaba de alas para huir o de escondrijos para guarnecerse, en tanto que a las que daba un cuerpo grande, precisamente mediante él, las salvaba.
De este modo equitativo iba distribuyendo las restantes facultades y las ideaba tomando la precaución de que ninguna especie fuese aniquilada. Cuando les suministró los medios para evitar las destrucciones mutuas, ideó defensas contra el rigor de las estaciones enviadas por Zeus: las cubrió con pelo espeso y piel gruesa, aptos para protegerse del frío invernal y del calor ardiente, y, además, para que cuando fueran a acostarse, les sirviera de abrigo natural y adecuado a cada cual. A algunas les puso en los pies cascos, y a otras, piel gruesa sin sangre. Después de esto, suministró alimentos distintos a cada una: a una, hierbas de la tierra; a otras, frutos de los árboles; y a otras raíces. Y hubo especies a las que permitió alimentarse con la carne de otros animales. Concedió a aquellas, descendencia, y a éstos, devorados por aquéllas, gran fecundidad; procurando, así, salvar la especie.
Pero como Epimeteo no era del todo sabio, gastó, sin darse cuenta, todas las facultades en los brutos. Pero quedaba aún sin equipar la especie humana y no sabía qué hacer. Hallándose en ese trance, llega Prometeo para supervisar la distribución. Ve a todos los animales armoniosamente equipados y al hombre, en cambio, desnudo, sin calzado, sin abrigo e inerme. Y ya era inminente el día señalado por el destino en el que el hombre debía salir de la tierra a la luz. Ante la imposibilidad de encontrar un medio de salvación para el hombre. Prometeo roba a Hefesto y a Atenea la sabiduría de las artes junto con el fuego (ya que sin el fuego era imposible que aquella fuese adquirida por nadie o resultase útil) y se la ofrece, así, como regalo al hombre. Con ella recibió el hombre la sabiduría para conservar la vida, pero no recibió la sabiduría política, porque estaba en poder de Zeus y a Prometeo no le estaba permitido acceder a la mansión de Zeus, en la acrópolis, a cuya entrada había dos guardianes terribles. Pero entró furtivamente al taller común de Atenea y Hefesto en el que practicaban juntos sus artes y, robando el arte del fuego de Hefesto y las demás de Atenea, se las dio al hombre. Y, debido a esto, el hombre adquiere los recursos necesarios para la vida, pero sobre Prometeo, por culpa de Epimeteo, recayó luego, según se cuenta, el castigo del robo.
El hombre, una vez que participó de una porción divina, fue el único de los animales que, a causa de este parentesco divino, primeramente reconoció a los dioses y comenzó a erigir altares e imágenes a los dioses. Luego, adquirió rápidamente el arte de articular sonidos vocales y nombres, e inventó viviendas, vestidos, calzado, abrigos, alimentos de la tierra. Equipados de este modo, los hombres vivían, al principio, dispersos y no en ciudades, siendo, así, aniquilados por las fieras, al ser en todo más débiles que ellas. El arte que profesaban constituía un medio, adecuado para alimentarse, pero insuficiente para la guerra contra las fieras, porque no poseían el arte de la política, del que el de la guerra es una parte. Buscaban la forma de reunirse y salvarse construyendo ciudades, pero, una vez reunidos, se ultrajaban entre sí por no poseer el arte de la política, de modo que al dispersarse de nuevo, perecían.
Entonces Zeus, temiendo que nuestra especie quedase exterminada por completo, envió a Hermes para que llevase a los hombres el poder y la justicia, a fin de que rigiesen en las ciudades la armonía y los lazos comunes de amistad. Preguntó, entonces, Hermes a Zeus la forma de repartir la justicia y el poder entre los hombres: "¿Las distribuyo como fueron distribuidas las demás artes?" Pues éstas fueron distribuidas así: Con un solo hombre que posea el arte de la medicina, basta para tratar a muchos, legos en la materia; y lo mismo ocurre con los demás profesionales. "¿Reparto así la justicia y el poder entre los hombres, o bien las distribuyo entre todos?” "Entre todos - respondió Zeus - y que todos participen de ellas; porque si participan de ellas solo unos pocos, como ocurre con las demás artes, jamás habrá ciudades. Además, establecerás en mi nombre esta ley: Que todo aquel que sea incapaz de participar del poder y de la justicia sea eliminado, como una peste, de la ciudad'' >>

martes, 28 de mayo de 2019

Cultura


 Prof. Antonella Mármol Vila.
 Asignatura: Filosofía.
 Curso: 4to año.

- Cultura -

Definiciones:

1.  “Un complejo que comprende conocimientos, creencias, arte, moral, leyes, usos y otras capacidades y usanzas adquiridas por el hombre en cuanto es miembro de una sociedad.” Edward Tylor; “Primitive culture”; Londres, 1871; p. 1.

2.    “Cultura es una palabra proveniente del latín, que significa “cultivo” y en este sentido podría entenderse como el acto de cultivar y mejorar las facultades físicas, morales e intelectuales del hombre (…) la cultura es lo realizado por el hombre, ya sea transformaciones materiales o creaciones sociales, científicas, artísticas, religiosas, éticas, etcétera, que le ayudan directa o indirectamente a satisfacer sus necesidades.” Cuauhtemoc Anda Gutiérrez; “Introducción a las ciencias sociales”; México.

3.     “El término cultura tal como lo usan los sociólogos tiene un significado mucho más amplio que el común. En su uso más generalizado se refiere a las cosas “superiores” de la vida (pintura, música, poesía, escultura, filosofía), el adjetivo “culto” se halla muy próximo a cultivado o refinado. Pero en su acepción sociológica, cultura se refiere a la totalidad de lo que aprenden los individuos como miembros de una sociedad, es un modo de vida, de acción y de sentimiento.” Ely Chinoy; “Introducción a la sociología”; 1986.

4.      “Hay una falsa idea Popular de que algunos miembros de la sociedad tienen cultura mientras que otros no. Desde un punto de vista sociológico, todos los seres humanos adultos y normales tienen cultura. Esta es la suma total de los rasgos de comportamiento y de las creencias características, aprendidas por los miembros de una sociedad.” Cohen.

Los cerca de 7000 millones de personas que habitan la Tierra son miembros de la misma especie biológica: el homo sapiens. Aún así, las diferencias que hay entre ellas en términos de cultura y costumbres son extraordinarias. A veces nos pueden parecer divertidas, otras nos dejan completamente desorientados pero en su conjunto son abrumadoras. Muchas diferencias son puramente una cuestión de convenciones sociales. El blanco, por ejemplo, es el color de luto para los chinos mientras que los europeos utilizan el negro. El número de la mala suerte entre los chinos es el 4, mientras que en la cultura occidental es el 13. Podemos poner otros ejemplos más divertidos referidos a los besos, por ejemplo: en Europa la gente se besa en público pero en China sólo en privado. Los españoles o los franceses cuando saludan se besan dos veces, una a cada lado, los belgas tres pero los nigerianos no besan para saludar a una persona. En las bodas europeas los novios se besan, en las coreanas hacen una pequeña reverencia y en Camboya el novio toca con la nariz la mejilla de la novia.
Pero hay otras diferencias más profundas y más importantes que las que se refieren a las convenciones sociales. Hay sociedades muy prolíficas y otras sociedades en que se considera que no es bueno tener muchos hijos. Hay sociedades que veneran a los ancianos y otras que les relegan a un segundo término. Hay sociedades pacíficas y otras que están orientadas a la guerra. Hay diferencia también en cuanto a las creencias religiosas, el arte o la música. Para resumir, aunque todos somos miembros de la misma especie hemos desarrollado ideas diferentes de lo que es agradable o repulsivo, correcto o grosero, bonito o feo, o de lo que es moral o inmoral. Estas diferencias tan sorprendentes son diferencias culturales.

¿Cómo se adquiere y transmite la cultura?

Se hace mediante el proceso de endoculturación”, el cual se define como “una experiencia de aprendizaje parcialmente consciente y parcialmente inconsciente, a través de la cual la generación de más edad invita, induce y obliga a la generación más joven a adoptar los modos de pensar y de comportarse tradicionales”. (Judith Harris, 2011).

La cultura ¿nos ata unos a otros y a las generaciones pasadas o nos ayuda a desarrollar la facultad de pensar y de actuar según nuestros propios juicios y criterios individuales?

Cultura y coerción

A lo largo de la evolución humana, la cultura ha sido nuestro mejor mecanismo de supervivencia. Los seres humanos no pueden vivir sin una cultura. Pero la cultura acarrea también muchos inconvenientes. Podemos ser los únicos animales que nos ponemos nombre a nosotros mismos, esta capacidad simbólica, sin embargo, también nos hace ser los únicos seres capaces de experimentar alienación. La cultura, además, es una cuestión de hábito: limita nuestras opciones y nos lleva a reproducir o repetir pautas peligrosas como los prejuicios raciales, por ejemplo, que se aprenden generación tras generación. También en la era electrónica es sorprendente hasta qué punto la industria y los medios de comunicación de masas pueden manipular a las personas convenciéndolas para que vean la última película o para que se vistan a la última moda.
Además, la importancia que se da en nuestra sociedad a la competencia y al logro personal termina aislándonos unos de otros, buscando todos destacar sobre los demás o conseguir la excelencia. Tenemos aparatos y tecnologías que hacen nuestra vida más fácil pero nuestra obsesión por comprar y consumir todas estas cosas nos está alejando de los demás y haciéndonos olvidar la satisfacción que nos puede producir mejorar nuestras relaciones personales o cultivar nuestras facultades humanas o espirituales. Poniendo tanto énfasis en la libertad personal podemos ganar cosas muy valiosas, ciertamente (autonomía, intimidad, etcétera) pero también podemos perder el sentimiento de que pertenecemos a una comunidad que puede ayudarnos en momentos difíciles y que nos necesita para ir resolviendo infinidad de problemas.

Cultura y libertad

Se podría decir que los seres humanos son prisioneros de su cultura de la misma forma que otras especies lo son de factores puramente biológicos. Pero hay una diferencia crucial, sin embargo: mientras que otras especies actúan siguiendo el dictado de sus instintos en unos entornos que no pueden alterar, la especie humana tiene la capacidad de crear una y otra vez su propio entorno, que pasa a ser un entorno cultural. Así pues, y a pesar de que en ocasiones nos pueda parecer que la cultura limita nuestras posibilidades de acción, la realidad es que la cultura encarna exactamente lo contrario: nuestra capacidad de imaginar y crear distintos tipos de sociedad. Además, lejos de ser estática, la cultura está en continuo proceso de transformación y esto supone un estímulo constante a nuestra inventiva y capacidad de imaginación. Cuantas más cosas sepamos acerca de nuestra cultura, mejor equipados estaremos para usar la libertad que nos ofrece.

Etnocentrismo y relativismo cultural

Quizá el filósofo chino Confucio tenía razón cuando decía que“Todas las personas son iguales. Sólo son sus costumbres las que son diferentes.” Muy posiblemente, cualquier hábito social que nos venga a la cabeza varía de alguna forma a lo largo y ancho del planeta. Esto puede divertir al viajero pero también le puede molestar o enfurecer. Por poner un par de ejemplos: en el Reino Unido se conduce por la izquierda y esto generalmente confunde al turista que viene de Europa continental. Los egipcios se acercan mucho a uno cuando le hablan, al menos desde el punto de vista de un norteamericano, por ejemplo, que puede sentirse muy agobiado.
Dado que cada cultura conforma una determinada visión del mundo no es de extrañar que exista etnocentrismo, esto es, el hábito de juzgar otra cultura según los parámetros de la propia.El etnocentrismo es una disposición natural y universal que resulta de estar muy vinculado emocionalmente a la cultura donde uno ha crecido.El etnocentrismo puede dar lugar a equívocos o malentendidos o incluso al conflicto.
¿Hay alternativa al etnocentrismo? La alternativa lógica es mirar o considerar los rasgos de otra cultura desde esa misma cultura y no desde la nuestra.
El relativismo cultural es una corriente de pensamiento que postula la idea de que cada cultura debe entenderse dentro de sus propios términos y subraya la imposibilidad de establecer un punto de vista único y universal en la interpretación de las culturas. En la posición contraria, se sitúa el universalismo cultural, que afirma la existencia de valores, juicios morales y comportamientos con valor absoluto y, además, aplicables a toda la humanidad (Centro Virtual Cervantes).
No es extraño que al viajar a otros países experimentemos lo que se llama un choque cultural, esto es, que estemos desorientados o como perdidos al vernos expuestos a unas costumbres o estilo de vida distintos, a una cultura diferente que cuestiona nuestros propios parámetros culturales.No hay rasgos culturales que sean “naturales”, aunque la inmensa mayoría de la gente piense que sí los hay (y que son los de su cultura, precisamente). Si hay algo natural en la especie humana es esa capacidad de crear diferentes culturas, ninguna otra especie animal tiene  esta capacidad creativa. Desde las hormigas hasta las cebras, cualquier otra especie animal tiene un comportamiento uniforme, ordenado según las leyes de la biología. La diversidad en el comportamiento humano contrasta directamente con la uniformidad del comportamiento de los animales. La mayoría de los animales viven obedeciendo a sus instintos, que son programas biológicos sobre los que el animal no tiene ningún control.Unas pocas especies, como los chimpancés y otros primates, pueden aunque de una forma extraordinariamente limitada, crear cultura: pueden usar algunas herramientas e incluso se les ha observado cómo enseñan a sus crías algunas habilidades básicas, pero la capacidad de los hombres de crear cultura es infinitamente superior. La especie humana es la única especie animal que depende de su cultura y no de los instintos para sobrevivir (Harris, 1987).


viernes, 1 de marzo de 2019

¿Una posible forma de definir la filosofía? - García Morente

Prof. Antonella Mármol Vila.
Asignatura: Filosofía y Crítica de los Saberes.
Curso: 1º Bachillerato.


¿Una posible forma de definir la filosofía?



“La filosofía es, por de pronto, algo que el hombre hizo, que el hombre hace, que el hombre ha hecho. Lo primero que debemos intentar, pues, es definir ese “hacer” que llamamos filosofía. Deberemos por lo menos dar un concepto general de la filosofía. Pero esto es imposible. Es absolutamente imposible decir de antemano qué es filosofía. No se puede definir la filosofía antes de hacerla (…)

“Una ciencia, una disciplina, un hacer humano cualquiera, recibe su concepto claro, su noción precisa, cuando ya el hombre ha dominado ese hacer. La filosofía es lo que vamos a hacer ahora juntos ¿Qué quiere decir? Esto quiere decir que la filosofía más que otra disciplina necesita ser VIVIDA. Vivencia significa lo que tenemos realmente en nuestro ser psíquico, lo que real y verdaderamente estamos sintiendo, teniendo, en la plenitud de la palabra “tener”.

Voy a dar un ejemplo para comprender bien lo que es la “vivencia”. (…) Una persona puede estudiar minuciosamente el plano de París, estudiarlo muy bien, notar uno por uno los diferentes nombres de las calles, estudiar sus direcciones, luego estudiar los monumentos que hay en cada calle (…) Después este hombre procurará una visión de las perspectivas de París, mediante una serie de fotografías tomadas de múltiples puntos de vista. Puede llegar de esta manera a tener una idea regularmente clara, muy clara, clarísima, detalladísima de París. Esta idea podrá ir perfeccionándose cada vez más (…) pero siempre será una mera idea. En cambio veinte minutos de paseo a pie por París, son una VIVENCIA.
Entre veinte minutos de paseo a pie por una calle de París y la más larga y minuciosa colección de fotografías, hay un abismo. La una es una mera idea, una representación, un concepto, mientras que la otra es ponerse uno realmente en presencia del objeto.

Pues lo que nosotros vamos a hacer es VIVIR LA FILOSOFÍA.
En esta primera exploración, evidentemente no viviremos la totalidad de ese territorio que se llama filosofía, (…) viviremos realmente algunas de sus cuestiones, pero otras ni siquiera sabremos que existen quizá. Pero vivir, vivir la realidad filosófica es algo que no podremos hacer más que en un cierto número de cuestiones y desde ciertos puntos de vista. En ese momento, podremos formular alguna definición general de la filosofía, basada en esas auténticas vivencias que hayamos tenido hasta entonces.
En cambio una definición de filosofía, antes de haberla vivido, no puede tener sentido, resultaría ininteligible.”

García Morente, M. “Lecciones preliminares de filosofía”.