jueves, 26 de septiembre de 2019


Propuesta de escrito domiciliario
                                                          - Filosofía y Crítica de los saberes -     
                                                                                  4to año
             Película: “Un milagro para Helen Keller” (1962).


    La película nos acerca a la historia real de Helen Keller, una niña que sufrió una enfermedad que la dejó sorda y ciega a los 19 meses de vida. Durante sus primeros años, Helen resuelve su incapacidad expresándose mediante conductas agresivas. Antes de cumplir sus siete años, los padres de Helen deciden contratar a una institutriz. Anne Sullivan, quien comienza a trabajar con la niña implementando diversas técnicas a fin de que Helen pueda adquirir lenguaje y modales que le permitan comunicarse y expresarse.
   Helen Keller (1880-1968) llegó a ser escritora, oradora y activista política.
   Este caso permite aprender y reflexionar sobre la adquisición del lenguaje (sus tipos y funciones) el desarrollo del pensamiento y el contacto con la realidad, todo lo cual se enmarca en la tercera unidad del curso “Pensamiento, lenguaje y realidad”.

Consigna de trabajo:

1. ¿Cómo era el contacto que Helen tenía con la realidad antes de iniciar el tratamiento pedagógico con la maestra Anne? Vincula tu respuesta con los tipos de realidad que corresponda.

2. ¿Qué formas o tipos de lenguaje utilizaban inicialmente y cuáles pudo incorporar a partir del proceso de enseñanza? ¿De qué manera estas adquisiciones repercutieron en su vida?

3. Los cambios referidos anteriormente tienen que ver con cambios a nivel de emotividad valores y sentimientos tales como amor respeto obediencia. Explica a partir de ejemplos.

4. Explica qué es un símbolo y qué rol desempeñan los mismos en la adquisición del lenguaje. Representa lo respondido con ejemplos de la película.

martes, 3 de septiembre de 2019

Objetividad y subjetividad en Ciencia


Objetividad y subjetividad en Ciencia

š El observador científico ¿Tiene una mirada objetiva sobre aquellos hechos que estudia?

"(…) en este sentido radical y universal, la toma de conciencia histórica no es el abandono de la tarea eterna de la filosofía, sino la ruta que nos ha sido dada para acceder a la verdad siempre buscada".  [1]

En el presente repartido temático se pretende abordar, desde una postura crítico reflexiva, una de las variadas aristas que se hallan comprendidas dentro de la vasta problemática referente a la objetividad de la ciencia. Para ello, es de destacar, serán analizadas algunas de las reflexiones expuestas por el Doctor en Física y Licenciado en Filosofía de origen belga, Gérard Fourez, quien en el Capítulo II de su obra “La construcción del conocimiento científico: filosofía y ética de la ciencia” esboza su concepción crítica con respecto a la supuesta mirada objetiva del observador científico, a partir de lo cual lleva a cabo una desmitificación de la idea de ciencia; idea que ha sido cuestionada desde la gestación de dicha concepción crítica en la década del ’80 con Pierre Thuillier en su obra “De Arquímedes a Einstein. Las caras ocultas de la invención científica” y continuada por Fourez. Precisamente, a instancias de lo señalado con anterioridad, es que resulta posible establecer una relación conceptual entre ciertos postulados propios de Thuillier y aquellos presentados por Fourez en la obra aludida.
Como hemos visto en clase, la objetividad absoluta es un ideal que ha sabido obrar en tanto justificación del conocimiento científico, y particularmente, de quienes se encargan de llevar a cabo el “descubrimiento” del mismo, a saber: los científicos. Ahora bien, en dicha consideración epistemológica se deja a un lado la labor de uno de los actores principales – por no decir el principal – en lo que al conocimiento científico respecta, a saber: el sujeto, sin el cual no sólo no existe conocimiento científico, sino que tampoco tendría sentido hablar en términos de objetividad, ya que la misma terminología de la palabra hace referencia a la existencia del sujeto, el cual posibilita el establecimiento mismo de la dicotomía sujeto-objeto, tan característica del modelo neopositivista. Es precisamente por ello que, a continuación, nos dispondremos a reflexionar acerca de aquel mito que pretende borrar la influencia del sujeto cognoscente en lo que respecta a la observación científica.
Comencemos con algo que plantea Fourez: una tesis (entiéndase una hipótesis e inclusive una teoría) nunca constituye una mirada absoluta y acabada del sector de la realidad al cual refiere, sino que por el contrario, la tesis representa un determinado modo de ver la realidad, frente al cual surgirá una antítesis o negación, lo que a su vez dará lugar a una síntesis entre ambas, que será entendida como un nuevo modo de ver. La correcta interpretación de este aspecto tan significativo para la ciencia, nos posiciona en un lugar privilegiado en lo que a la cuestión de la objetividad se refiere, debido a que a partir del mismo nos es posible asistir al descubrimiento de la tensión existente entre el sujeto cognoscente y la realidad en la cual éste estructura sus vivencias.
Pero, ¿por qué resulta tan relevante explicitar algo que se nos puede llegar a presentar como una obviedad? Precisamente, porque desde la concepción clásica de la ciencia no se atiende a entender a la tesis como una visión inacabada, sino que por el contrario, las denominadas verdades científicas aparecen como garantizadas por leyes necesarias, universales y eternas, es decir, leyes que se conciben como posibilitadoras del hallazgo de verdades con carácter absoluto, y por ende, capaces de brindar una explicación objetiva de lo que es. Sin embargo, y tal vez con una tonalidad un tanto irónica, es posible preguntarnos si realmente resulta objetivo concebir que la observación de la cual se sirven las ciencias es una observación fiel de la realidad, es decir una observación que, como señala Fourez, se presenta como una visión pasiva o estudio receptivo de lo real. A este respecto, cabe explicitar por qué señalo que tal interrogante puede sonar irónica, y es precisamente porque concibo que en defensa de una objetividad ilusoria se aniquila la posibilidad de observar los hechos de una forma verdaderamente objetiva, a saber: entendiendo que quien observa se halla inserto en un universo cultural determinado, el cual condiciona su observación de la realidad, y por ello la misma, más que como un modo de ver neutral, debería ser entendida como selección, estructuración y construcción, esto es, como interpretación.
Lo expresado guarda su razón de ser en el hecho que de, desde el momento en que el observador escoge un determinado sector de la realidad – entiéndase objeto de estudio – sobre el cual iniciar la investigación científica, se encuentra poniendo en juego su propia subjetividad. Pero esa subjetividad no aparece en escena sólo en lo que refiere a la elección de un campo de estudio, sino en todo lo referente a ello, por ejemplo, en la adopción de una determinada corriente o modelo epistemológico, dentro del cual se elegirán determinados métodos, ya sea para estudiar, justificar o incrementar los conocimientos, porque como señala Klimovsky “(…) entre los métodos que utiliza el científico se pueden señalar métodos definitorios, métodos clasificatorios, métodos estadísticos, métodos hipotético deductivos (…)”. [2] Sucede que, al reconocer no varios y opcionales métodos, sino “el método científico”, se elimina la multiplicidad y por ende las opciones subjetivas en la elección de los mismos, algo que inmediatamente nos remonta al recuerdo de lo que, desde la época moderna, anhelaba Descartes para el método de la filosofía, a saber: un método universal y sencillo, constituido por reglas fijas dirigidas a descubrir la verdad de lo que existe. [3]
Ello guarda estrecha relación con la crítica de Thuillier, quien muestra que desde la concepción clásica se entiende que la verdad está en la naturaleza, y corresponde al científico descubrirla, no interpretarla, para lo cual éste debe callar su subjetividad. [4]
Pues bien, retomando el tema de la observación entendida como mirada pasiva y receptiva, es preciso señalar que desde dicha perspectiva se vislumbra la consideración de que, en la relación sujeto-objeto, es el objeto quien representa el elemento activo, mientras que al sujeto le corresponde el registro fiel de la realidad, y por lo tanto pasivo, lo cual se justifica atendiendo a la objetividad de la observación realizada, en la que a consecuencia de lo dicho no se reconoce una actividad interpretativa. Contrariamente a ello, nuestro autor entiende que la observación es una actividad interpretativa debido a que cuando observamos lo primero que hacemos es describir, y para ello, indefectiblemente nos servimos de ciertas nociones teóricas previamente adquiridas, y a las cuales se sumarán los nuevos modelos teóricos que nos brindamos cada vez que nos disponemos a observar, esto es, a interpretar. He aquí la concepción hermenéutica de la observación, la cual nos permite ver que cada una de las definiciones científicas que han tenido lugar a lo largo de la historia de la ciencia, constituyen una relectura del mundo, las cuales se elaboran desde una perspectiva epistemológica determinada. Es por ello que, como también indica Thuillier, el científico no parte de un vacío teórico.
En este sentido, Fourez nos muestra la importancia de considerar que: “Una observación sería por lo tanto, una forma de mirar el mundo, integrándolo en la visión teórica antigua y aceptada”. [5] Según lo expuesto, a la ciencia le es inherente una actividad de reflexión teórica, y no únicamente de registro de datos fieles a lo real, lo cual debería conducir al científico a tomar conciencia de que las proposiciones empíricas no se oponen a las teóricas, sino que éstas son teóricas en sí mismas.
Es por todo lo expresado que, desde los perfiles críticos, los hechos estudiados por la ciencia son concebidos no como algo dado, sino como una construcción del sujeto cognoscente, o mejor dicho, del intérprete de los mismos. Ahora bien, si admitimos lo dicho y pretendemos ser consecuentes con las ideas aquí esbozadas, debemos conceder además que, las mismas teorías científicas deben ser entendidas en tanto construcciones culturales, sociales e históricas, y por lo tanto, las tan prestigiosas verdades de la ciencia resultan ser no absolutas, sino históricas. No obstante, ello no elimina la posibilidad de hablar de objetividad en ciencia, lo que sí excluye es el gran equívoco de entender que la objetividad es aquella que se halla a salvaguarda del sujeto y de la subjetividad que le es propia, porque como destaca Fourez, la objetividad nunca es absoluta, sino relativa a una cultura. En ello radica el elemento de fidelidad que nos es posible atribuir al conocimiento científico, a saber: la obtención de conocimientos que son adquiridos según convenciones establecidas por una comunidad cultural concreta.
Ahora bien, la concepción clásica lejos de ser una simple concepción ingenua respecto de la ciencia, implica el enmascaramiento de aquellos intereses que desempañan un rol de fundamental importancia en lo que al curso de una investigación refiere. Con ello me encuentro haciendo referencia al hecho de que el científico es un ser humano que se halla inserto en una determinada sociedad, en una determinada configuración lingüística, que adhiere a una determinada ideología, y que además no se halla exento de ciertos intereses sociales, políticos, económicos e incluso personales. Es así que, en las propias palabras del autor, encontramos expresado lo dicho: “(…) nuestro entorno nos condiciona, influye de modo manifiesto en nuestro modo de mirar”. [6] Lo señalado nos conduce a concluir que los saberes de los cuales somos partícipes se construyen socialmente, por lo cual la ciencia debería ser entendida como una construcción social e histórica, concepción que alberga la denominada orientación socioconstructivista en la cual se inscribe el pensamiento de Fourez.
Sin embargo, la reflexión precedente no debe conducirnos a la errónea ilusión acerca de que el científico crea realidades, por el contrario, lo que aquí se pretende afirmar es que los hechos observados son una construcción del intérprete, no lo real.
Para finalizar, me interesa hacer referencia al epígrafe que encabeza el presente repartido, el cual pertenece al filósofo hermeneuta Hans-Georg Gadamer, ya que resulta preciso resaltar la significación inmersa la citada frase. Pues bien, extrapolando al ámbito de la ciencia la consideración manifiesta en dicho epígrafe, me interesa señalar la relevancia que el mismo guarda en relación a lo reflexionado acerca del carácter histórico de las verdades, y por lo tanto, a la ilusoria aspiración a alcanzar verdades absolutas.
En efecto, lo que Gadamer pretende expresar en dicha expresión, es la posibilidad de acceder a la verdad, lo cual es posible lograr si como condición previa nos aceptamos como sujetos históricos, inmersos en una existencia histórica que nos condiciona pero que también nos permite ser originales en la significación que cada uno de nosotros otorga a la vida, al mundo, y en definitiva a los hechos históricos que constituimos y que a la vez nos constituyen, en una retroalimentación constante. Por lo tanto, en este sentido, y sólo en éste, es que nos es posible ser objetivos, reconociendo la praxis de nuestro ser como sujetos cognoscentes activos, compuesto por ideas, sentimientos, creencias y prejuicios, y en definitiva, por una subjetividad que nos es propia y de la cual no podemos desprendernos en ningún momento de la vida.


[1] Gadamer, H. G.; “El problema de la conciencia histórica”; Editorial Tecnos; Madrid, 1993.
[2] Klimovsky, G.; “Las desventuras del conocimiento científico”; Editorial A-Z; Buenos Aires - Argentina, 1994.
[3] Ver: Descartes, R.; “Discurso del método”; Colección Austral, Espasa - Calpe; Madrid, 1975.
[4] Ver: Thuillier, P.; “De Arquímedes a Einstein. Las caras ocultas de la invención científica”; Alianza Editorial; Madrid - España, 1990.
[5] Fourez, G.; “La construcción del conocimiento científico: filosofía y ética de la ciencia”; Ediciones Narcea S.A.; España.
[6] Fourez, G.; “La construcción del conocimiento científico: filosofía y ética de la ciencia”; Ediciones Narcea S.A.; España.