Un
modelo
de
vida
filosófica:
Sócrates
Contexto
histórico-cultural.
Características
generales sobre su vida.
Es
importante tener en cuenta el momento histórico en el que Sócrates
vivió para comprender mejor sus ideas, su lucha y también sus
principales problemas, algunos de los cuales le condujeron incluso a
la muerte.
El
período de juventud de Sócrates acontece durante la etapa de
poderío de la ciudad de Atenas, la cual vivía su período de mayor
esplendor tanto político como cultural, principalmente luego de
derrotar a los persas. Paulatinamente, Atenas se transforma en un
imperio y de esta manera se logra ver nacer en sus ciudadanos un
fuerte sentimiento de pertenencia, fortalecido además por la
participación del pueblo en las magistraturas; el incremento de
poder de la asamblea popular constituyó una de las características
más notables de dicho período.
A
nivel cultural, Atenas se convirtió en una de las ciudades más
hermosas, exhibiendo inclusive sus obras maestras en los monumentos
públicos. Pericles,
contribuye al mantenimiento de dicho florecimiento cultural y otorgó
protección a destacados artistas.
Pero
estas óptimas condiciones no perdurarían por mucho tiempo. El
poderío ateniense se vio seriamente perturbado por las guerras tanto
externas como internas, así como también por la peste que invadió
la ciudad. Durante estos acontecimientos fue transcurriendo la vida
de Sócrates.
Sócrates
nació y murió en esta ciudad, con la cual se sentía fuertemente
comprometido. Nació entre el 470-469 a.C. y murió en el 399 a.C.
condenado a muerte. Fue hijo de un escultor llamado Sofronisco y de
una partera llamada Fenareta.
Sócrates
crece en esta época en donde del tratamiento de los problemas de la
naturaleza se pasa al interés por los problemas del hombre, cambio
que se encontró estrechamente ligado a la situación que se vivía
en aquel entonces, no es casualidad que Sócrates centrara su interés
en problemas éticos y morales y no de otra índole.
Se
dedicó a ser maestro y poco a poco fue despertando en él, su misión
de purificador de conciencias.
Se
dice que desde joven venía recibiendo mensajes o advertencias de una
misteriosa “voz”, “señal” o daimon
(demonio interior). En “El
Banquete”
de Platón se comentan sus distracciones, las cuales eran como largas
abstracciones debidas a su intensa concentración mental sobre
ciertos problemas.
Amaba
la vida en la ciudad: “Nada
me enseñan los árboles y las flores, sino los hombres en la
ciudad”; tanto así
que sólo abandonó la ciudad de Atenas para defenderla en la guerra.
Se dedicaba a dialogar con sus conciudadanos y se consideraba a sí
mismo un tábano que aguijonea a los demás para que se cuestionen a
sí mismos sobre lo que hacen y por sobre todo sobre lo que creen
saber.
– La
cuestión socrática
–
La
misión que Sócrates se atribuía la hace remontar, en la Apología,
a la respuesta que en Delfos dio la Pitonisa
a su amigo Querefonte cuando preguntó si había alguien que fuese
más sabio que su amigo Sócrates y la Pitonisa contestó que no. A
partir de ese momento, Sócrates se dedicó a conocer a los hombres
con la finalidad de ayudarlos a que se conocieran a sí mismos para
convertirse en mejores personas. La elección de sus discípulos
respondía a la disposición moral e intelectual que éstos
manifestaran.
Sócrates,
cabe señalar, consideraba que la misión llevada a cabo por el
maestro era sagrada, aspecto que nos conduce a denotar en él su
honda religiosidad, también expresada en el hecho de considerar a la
filosofía como un camino hacia la purificación. Sócrates tenía
conciencia de que su misión de educador era “divina”. Invitaba a
los hombres a realizar un examen diario de conciencia y creía que
más que sentir vergüenza ante los demás, por las faltas cometidas,
había que sentir vergüenza ante sí mismo. Según Sócrates, el
hombre debía sentirse avergonzado consigo mismo por ocuparse por sus
intereses materiales y no dedicarse a purificar su alma. Su misión
se ve fortalecida con el dictamen del oráculo de Delfos:
“Conócete
a ti mismo”,
y podemos decir que en esto consistiría el primer momento de su
magisterio, el protréptico,
vale decir el exhortativo, el cual sólo resultaría eficaz al
realizar la refutación, élenkhos,
y es éste el que hace un llamado a sentir vergüenza ante sí mismo.
La refutación es considerada un beneficio que brinda quien refuta,
pero es además un deber desde el punto de vista moral. Al realizar
el examen de conciencia, el primer resultado que se obtendrá será
ser consciente de que no se sabe, ser consciente de la propia
ignorancia representaba para Sócrates un conocimiento verdadero.
El
logos
(la razón) es concebido por Sócrates no como un instrumento, sino
como una realidad autónoma, superior al que razona, que se impone a
la mente. De esta manera, el hombre mediante el razonamiento se pone
en contacto con un mundo más elevado. Es así que Sócrates siente
que posee en su interior una fuente de revelación: el ejercicio del
logos, que le abre las puertas a un mundo superior donde las cosas ya
no son medianas, relativas, apariencias, porque lo que esta
revelación interior nos entrega es la verdad misma, la verdad una,
que se opone así, de la manera más terminante, a la verdad
múltiple, personal y caprichosa.
Volviendo
al tema de la refutación es necesario esclarecer que la persona que
será refutada no debe adquirir una actitud pasiva, sino que por el
contrario debe ayudar en su refutación. Realizar la refutación es
indispensable para que el alma pueda llegar a la verdad. En este
sentido hay que tener en cuenta que, según el maestro, para lograr
la purificación espiritual, inteligencia y voluntad debían
constituir una unidad, sin la cual no sería posible la obtención
del conocimiento verdadero, conocimiento a través del cual se llega
a conocer el verdadero bien. Mediante la obtención del conocimiento
se pueden derivar las normas universalmente válidas de conducta. A
partir de la unión entre inteligencia y voluntad, se va generando un
hábito definido como la posibilidad de autodominio, lo cual
significa la capacidad de vencerse a sí mismo y no ser vencido por
sí mismo.
El
método por medio del cual Sócrates conducía a los hombres a
conocer la verdad que ya existía en el alma de ellos mismos, se
conoce con el nombre de mayéutica.
A través de interrogantes, el maestro logra que sus discípulos
busquen en su interior las verdades innatas, estimulando de esta
manera el surgimiento de la investigación. Cabe señalar que, dichas
interrogantes, iban acompañadas de la ironía,
la
cual cuando se encontraba dirigida hacia sus amigos, tenía como
finalidad liberar al entendimiento de los errores, mientras que por
el contrario, cuando iba dirigida hacia sus enemigos, ésta se
convertía en un instrumento utilizado con el fin de ridiculizarlos.
Es
de destacarse que Sócrates no escribió nada, debido a que prefería
la palabra viva: “Pues
la escritura, que en esto se parece a la pintura, tiene de grave que
sus obras están presentes a ti como si fueran personas; pero si las
interrogas, callan majestuosamente. Así sucede con los discursos
escritos”.
Sócrates vivió su vida en constante búsqueda de la verdad, y en
esa búsqueda la escritura carecía de sentido; el diálogo en cambio
era quien tenía el rol fundamental, ya que como señala Xavier
Zubiri “los
testimonios más antiguos convienen todos en que Sócrates no se
ocupó sino de ética, y que introdujo el diálogo como método para
llegar a averiguar algo universal acerca de las cosas.”
Debemos señalar que el objetivo
principal de la actividad de Sócrates fue moral, lo percibimos al
notar que sus preguntas se referían a los valores morales,
entendidos éstos como la posibilidad de perfección del individuo.
Dicha perfección consiste, según Sócrates, en la autarquía
o autodominio, con lo cual se constituye el ideal clásico del sabio
moral: el héroe no es aquel que vence sobre los demás, sino el que
vence sobre uno mismo. El sabio entonces es el que, ordenándose
conforme a su inteligencia, logra dominarse a sí mismo, lo cual
significa que hay algo en uno mismo (las pasiones) que debe ser
dominado y cuyo desgobierno acarrea la infelicidad, la imperfección
o el mal moral.
Pues
bien, para semejante propósito moral se precisa de un conocimiento
distinto de las especulaciones sobre el origen de la naturaleza, por
lo cual en el pensamiento socrático la mirada no ha de dirigirse
hacia fuera y a los comienzos, sino hacia dentro (hacia sí mismo) y
hacia los fines (de las acciones, de la vida humana). La filosofía
tiene que ser autognosis (conocimiento de sí mismo), porque sin el
conocimiento moral no hay autodominio.
Aclaremos
que la virtud no se basa en las costumbres, ni las convenciones, ni
en los hábitos sociales, ni tampoco en lo que podríamos llamar la
buena disposición natural, “el buen corazón”. Se basa en el
conocimiento y en la aprehensión intelectual de los valores.
Sócrates trata de someter la vida humana y sus valores a la razón,
intenta racionalizar la conducta humana, ajustándola a normas fijas
y universales.
Sócrates
consideraba que, si bien hay muchas virtudes, todas mantienen una
esencia en común: creía que la virtud es ciencia y que la ciencia
es virtud. La ciencia no consistiría en una mera acumulación de
hechos, sino que se constituiría por medio de conceptos estables,
fijos e inmutables. Asimismo, sostiene la creencia en que la virtud
puede ensañarse al igual que se enseña la ciencia. De esta manera
se va forjando el camino de la ciencia, mediante el paso desde los
particulares hacia la unidad de lo universal, por medio de la
inducción. Pero Sócrates, además de la inducción, también
practicaba la deducción, aunque sólo para hacer aplicaciones
prácticas de los principios generales de conducta a los casos
particulares.
Es
preciso tomar en consideración que quienes interpretaron la ética
concebida por Sócrates como utilitarista, no lograron captar el
verdadero sentido de la cuestión, ya que según Sócrates quien
posee sabiduría, posee a la vez independencia de las cosas
materiales, lo cual le permitirá vivir con gran alegría.
Pues
bien, para ser virtuoso hay que conocer la virtud, pero además quien
conoce la virtud no puede dejar de ser virtuoso. Si sabe claramente
qué es lo bueno, ¿cómo iba a hacer el mal? Si sabe claramente la
relación que hay entre la virtud y la felicidad, ¿cómo iba a no
ser virtuoso? ¿Quién que supiera lo que el mal significa lo iba a
hacer? Esto significa que entendía que la mala conducta moral es, en
todos los casos, un error de conocimiento: el mal es involuntario (en
este punto Sócrates recibe muchas críticas, ya que se argumenta que
es posible actuar injustamente sabiendo que se está obrando mal).
De
la identificación del saber con la virtud se sigue que no hay varias
virtudes sino una sola virtud, la virtud moral, lo que es
verdaderamente bueno para el hombre y conduce a la salud y armonía
del alma. Una consecuencia más importante es, con todo, la de la
posibilidad de enseñar la adquisición de la virtud (aunque el
método de Sócrates era dialéctico y no meramente expositivo, de su
identificación de la virtud con el saber, se deriva que la virtud
puede ser enseñada). Cabría aquí una distinción: el conocimiento
intelectual de la virtud puede comunicarse mediante la instrucción,
pero no la virtud misma.
– El
método socrático
–
Podemos
decir que el método socrático consta de dos fases, a saber: la
primera negativa y la segunda positiva. Para entenderlo mejor,
presentemos los pases que siguen las mismas:
Fase
negativa
– Se realiza a través de dos pasos: ironía
y refutación.
La
ironía
consiste en fingir ignorancia acerca de un tema con el objetivo de
hacer hablar a la otra persona, para que ésta se explaye sobre el
tema que cree conocer bien.
La
refutación
se realiza a través del diálogo y consiste en la demostración de
la existencia de contradicciones en el propio pensamiento. Tiene por
finalidad eliminar las ideas falsas y conducir al otro a tomar
conciencia de su propia ignorancia.
Fase
positiva
– Se denomina mayéutica.
La
mayéutica
es el arte de ayudar a dar a luz ideas. Tiene como finalidad llevar
al otro, a través del diálogo, a respuestas no contradictorias y
definiciones, para en definitiva, llegar a la verdad.
Cuando
a los hombres se les pregunta y se les pregunta bien, responden
conforme a la verdad. El secreto, entonces, está en preguntar bien,
ya que quien pregunta bien descubre la verdad que está dormida en la
mente de cada hombre. La mayéutica, por lo tanto, exige el
ejercicio de la razón propia, dejando a un lado las meras opiniones,
iniciando así una búsqueda rigurosa que lleve al sujeto a sacar a
la luz la verdad. Esta fe socrática en la posibilidad del
descubrimiento racional de la verdad, le lleva a Sócrates a
compararse irónicamente con su madre: la partera Fenareta (mayéutica
significa el arte de la
comadrona, de
ayudar a dar a luz).
Mediante
la ironía, Sócrates hacía frente a las opiniones sin fundamento y
a la arrogancia de la conciencia dogmática que cree poseer la
verdad. Consistía en hacer preguntas que, bajo la apariencia de
tener en alta estima el saber expuesto por el interlocutor,
mostraban, en realidad, la inconsistencia del mismo y ponían al
interlocutor en la posición de tener que reconocer su ignorancia,
quedando refutado aquello que estimaba antes como verdadero.
A
esta operación se creía con derecho Sócrates, ya que él mismo
partía reconociendo su ignorancia. Es famosa su frase “Sólo sé
que no sé nada”; según se cuenta en la “Apología” de Platón,
cuando, preguntado el oráculo sobre quién era el más sabio de los
griegos, respondió que Sócrates. Éste, en cambio, lo interpretó
en este sentido: que él no era arrogante, que él era el único que
reconocía su ignorancia. La ironía es lo contrario de lo que hacían
los sofistas: éstos cobraban un dinero a cambio del saber que
ofrecían; Sócrates no cobraba nada y empezaba por quitarte el saber
que creías tener. Sócrates comparaba la sofística con el arte
culinario, que busca satisfacer el paladar, pero no se preocupa de
las digestiones; mientras que su propio método, en cambio, es como
la medicina, que no se cuida de si causa dolores al paciente, con tal
de restablecer su salud.
Como
señalamos con anterioridad, el segundo momento del método es la
mayéutica, es decir, el arte de ayudar a dar a luz la verdad.
Consiste en conducir la conversación de modo que pueda surgir la
verdad del interior de cada uno, donde estaba latente. El hecho de
que la verdad procede de nuestro interior significa que no llegamos a
poseer de verdad sino aquellas verdades que producimos en nosotros
mismos. Esta verdad que se encuentra en el interior de cada hombre no
es relativa a cada uno (Sócrates se opone al relativismo sofístico),
sino que es común, es verdad en sí, objetiva.
Se
trata de buscar la definición
(la esencia) de lo que se está considerando. Sócrates preguntaba
incansablemente ¿qué es?... la justicia, la felicidad, el bien,
etc., para alcanzar, por encima de la pluralidad de casos en que se
predica el concepto, la unidad de la definición. Este procedimiento
del diálogo socrático consiste en buscar la definición por medio
del razonamiento
inductivo.
Según
Aristóteles, El razonamiento inductivo y la definición son las
aportaciones de Sócrates a la filosofía.
–
Muerte
de Sócrates
–
Mientras
Sócrates desempeñaba su misión, se estaban gestando situaciones
que lo conducirían a la muerte. En el año 399, Meleto, Ánito y
Licón, acusan a Sócrates de corromper a la juventud, de desconocer
a los dioses patrios y de introducir seres demoníacos, y por tales
motivos piden su muerte.
Según
relata la Apología platónica, Sócrates fue juzgado y condenado a
muerte. Sócrates fue encarcelado y treinta días después de su
sentencia, su amigo Critón le avisa que al día siguiente tendrá
que morir y le pide que acepte la fuga que él y sus amigos le
prepararon, fuga que Sócrates rechaza, muriendo víctima del veneno
que el carcelero le trae para que beba.
Debido
a la serenidad con la que enfrenta su condena y al rechazo hacia la
fuga que le fue preparada, su muerte adquiere un sentido heroico.