- Prof. Antonella Mármol Vila.
- Asignatura: Filosofía y Crítica de los Saberes.
- Curso: 1º Bachillerato.
- El
mito de Prometeo -
Era
un tiempo en el que existían los dioses, pero no las especies
mortales. Cuando a éstas les llegó, marcado por el destino, el
tiempo de la génesis, los dioses las modelaron en las entrañas de
la tierra, mezclando tierra, fuego y cuantas materias se combinan con
fuego y tierra. Cuando se disponían a sacarlas a la luz, mandaron a
Prometeo y Epimeteo que las revistiesen de facultades
distribuyéndolas convenientemente entre ellas. Epimeteo pidió a
Prometeo que le permitiese a él hacer la distribución "Una
vez que yo haya hecho la distribución, dijo, tú la supervisas".
Con este permiso comienza a distribuir. Al distribuir, a unos les
proporcionaba fuerza, pero no rapidez, en tanto que revestía de
rapidez a otros más débiles. Dotaba de armas a unas, en tanto que
para aquellas, a las que daba una naturaleza inerme, ideaba otra
facultad para su salvación. A las que daba un cuerpo pequeño, les
dotaba de alas para huir o de escondrijos para guarnecerse, en tanto
que a las que daba un cuerpo grande, precisamente mediante él, las
salvaba.
De
este modo equitativo iba distribuyendo las restantes facultades y las
ideaba tomando la precaución de que ninguna especie fuese
aniquilada. Cuando les suministró los medios para evitar las
destrucciones mutuas, ideó defensas contra el rigor de las
estaciones enviadas por Zeus: las cubrió con pelo espeso y piel
gruesa, aptos para protegerse del frío invernal y del calor
ardiente, y, además, para que cuando fueran a acostarse, les
sirviera de abrigo natural y adecuado a cada cual. A algunas les puso
en los pies cascos, y a otras, piel gruesa sin sangre. Después de
esto, suministró alimentos distintos a cada una: a una, hierbas de
la tierra; a otras, frutos de los árboles; y a otras raíces. Y hubo
especies a las que permitió alimentarse con la carne de otros
animales. Concedió a aquellas, descendencia, y a éstos, devorados
por aquéllas, gran fecundidad; procurando, así, salvar la especie.
Pero
como Epimeteo no era del todo sabio, gastó, sin darse cuenta, todas
las facultades en los brutos. Pero quedaba aún sin equipar la
especie humana y no sabía qué hacer. Hallándose en ese trance,
llega Prometeo para supervisar la distribución. Ve a todos los
animales armoniosamente equipados y al hombre, en cambio, desnudo,
sin calzado, sin abrigo e inerme. Y ya era inminente el día señalado
por el destino en el que el hombre debía salir de la tierra a la
luz. Ante la imposibilidad de encontrar un medio de salvación para
el hombre. Prometeo roba a Hefesto y a Atenea la sabiduría de las
artes junto con el fuego (ya que sin el fuego era imposible que
aquella fuese adquirida por nadie o resultase útil) y se la ofrece,
así, como regalo al hombre. Con ella recibió el hombre la sabiduría
para conservar la vida, pero no recibió la sabiduría política,
porque estaba en poder de Zeus y a Prometeo no le estaba permitido
acceder a la mansión de Zeus, en la acrópolis, a cuya entrada había
dos guardianes terribles. Pero entró furtivamente al taller común
de Atenea y Hefesto en el que practicaban juntos sus artes y, robando
el arte del fuego de Hefesto y las demás de Atenea, se las dio al
hombre. Y, debido a esto, el hombre adquiere los recursos necesarios
para la vida, pero sobre Prometeo, por culpa de Epimeteo, recayó
luego, según se cuenta, el castigo del robo.
El
hombre, una vez que participó de una porción divina, fue el único
de los animales que, a causa de este parentesco divino, primeramente
reconoció a los dioses y comenzó a erigir
altares e imágenes a los dioses.
Luego, adquirió
rápidamente el arte de articular sonidos vocales y nombres, e
inventó viviendas, vestidos, calzado, abrigos, alimentos de la
tierra. Equipados de este modo, los hombres vivían, al principio,
dispersos y no en ciudades, siendo, así, aniquilados por las fieras,
al ser en todo más débiles que ellas. El arte que profesaban
constituía un medio, adecuado para alimentarse, pero insuficiente
para la guerra contra las fieras, porque no poseían el arte de la
política, del que el de la guerra es una parte. Buscaban la forma de
reunirse y salvarse construyendo ciudades, pero, una vez reunidos, se
ultrajaban entre sí por no poseer el arte de la política, de modo
que al dispersarse de nuevo, perecían.
Entonces
Zeus, temiendo que nuestra especie quedase exterminada por completo,
envió a Hermes para que llevase a los hombres el pudor y la
justicia, a fin de que rigiesen en las ciudades la armonía y los
lazos comunes de amistad. Preguntó, entonces, Hermes a Zeus la forma
de repartir la justicia y el pudor entre los hombres: "¿Las
distribuyo como fueron distribuidas las demás artes?"
Pues éstas fueron distribuidas así: Con un solo hombre que posea el
arte de la medicina, basta para tratar a muchos, legos en la materia;
y lo mismo ocurre con los demás profesionales.
"¿Reparto así la justicia y el poder entre los hombres, o bien
las distribuyo entre todos?” "Entre
todos - respondió Zeus - y que todos participen de ellas; porque si
participan de ellas solo unos pocos, como ocurre con las demás
artes, jamás habrá ciudades. Además, establecerás en mi nombre
esta ley: Que todo aquel que sea incapaz de participar del pudor y de
la justicia sea eliminado, como una peste, de la ciudad.''
(Platón; "Protágoras".)
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