– Objetividad
y subjetividad
en Ciencia
–
El observador científico ¿Tiene
una mirada objetiva sobre aquellos hechos que estudia?
"(…) en este sentido radical y
universal, la toma de conciencia histórica no es el abandono de la tarea eterna
de la filosofía, sino la ruta que nos ha sido dada para acceder a la verdad
siempre buscada". [1]
En el presente repartido temático se
pretende abordar, desde una postura crítico reflexiva, una de las variadas
aristas que se hallan comprendidas dentro de la vasta problemática referente a
la objetividad de la ciencia. Para ello, es de destacar, serán analizadas
algunas de las reflexiones expuestas por el Doctor en Física y Licenciado en
Filosofía de origen belga, Gérard Fourez, quien en el Capítulo II de su obra “La construcción del conocimiento
científico: filosofía y ética de la ciencia” esboza su concepción crítica
con respecto a la supuesta mirada objetiva del observador científico, a partir
de lo cual lleva a cabo una desmitificación de la idea de ciencia; idea que ha
sido cuestionada desde la gestación de dicha concepción crítica en la década
del ’80 con Pierre Thuillier en su obra “De
Arquímedes a Einstein. Las caras ocultas de la invención científica” y
continuada por Fourez. Precisamente, a instancias de lo señalado con
anterioridad, es que resulta posible establecer una relación conceptual entre
ciertos postulados propios de Thuillier y aquellos presentados por Fourez en la
obra aludida.
Como hemos visto en clase, la objetividad
absoluta es un ideal que ha sabido obrar en tanto justificación del
conocimiento científico, y particularmente, de quienes se encargan de llevar a
cabo el “descubrimiento” del mismo, a
saber: los científicos. Ahora bien, en dicha consideración epistemológica se
deja a un lado la labor de uno de los actores principales – por no decir el
principal – en lo que al conocimiento científico respecta, a saber: el sujeto,
sin el cual no sólo no existe conocimiento científico, sino que tampoco tendría
sentido hablar en términos de objetividad, ya que la misma terminología de la
palabra hace referencia a la existencia del sujeto, el cual posibilita el
establecimiento mismo de la dicotomía sujeto-objeto, tan característica del
modelo neopositivista. Es precisamente por ello que, a continuación, nos
dispondremos a reflexionar acerca de aquel mito que pretende borrar la
influencia del sujeto cognoscente en lo que respecta a la observación
científica.
Comencemos con algo que plantea Fourez:
una tesis (entiéndase una hipótesis e inclusive una teoría) nunca constituye
una mirada absoluta y acabada del sector de la realidad al cual refiere, sino
que por el contrario, la tesis representa un determinado modo de ver la
realidad, frente al cual surgirá una antítesis o negación, lo que a su vez dará
lugar a una síntesis entre ambas, que será entendida como un nuevo modo de ver.
La correcta interpretación de este aspecto tan significativo para la ciencia,
nos posiciona en un lugar privilegiado en lo que a la cuestión de la
objetividad se refiere, debido a que a partir del mismo nos es posible asistir
al descubrimiento de la tensión existente entre el sujeto cognoscente y la realidad
en la cual éste estructura sus vivencias.
Pero, ¿por qué resulta tan relevante
explicitar algo que se nos puede llegar a presentar como una obviedad?
Precisamente, porque desde la concepción clásica de la ciencia no se atiende a
entender a la tesis como una visión inacabada, sino que por el contrario, las
denominadas verdades científicas aparecen como garantizadas por leyes
necesarias, universales y eternas, es decir, leyes que se conciben como
posibilitadoras del hallazgo de verdades con carácter absoluto, y por ende,
capaces de brindar una explicación objetiva de lo que es. Sin embargo, y tal vez con una tonalidad un tanto
irónica, es posible preguntarnos si realmente resulta objetivo concebir que la observación de la cual se sirven las
ciencias es una observación fiel de la realidad, es decir una observación que,
como señala Fourez, se presenta como una visión pasiva o estudio receptivo de
lo real. A este respecto, cabe explicitar por qué señalo que tal interrogante
puede sonar irónica, y es precisamente porque concibo que en defensa de una
objetividad ilusoria se aniquila la posibilidad de observar los hechos de una
forma verdaderamente objetiva, a saber: entendiendo que quien observa se halla
inserto en un universo cultural determinado, el cual condiciona su observación
de la realidad, y por ello la misma, más que como un modo de ver neutral,
debería ser entendida como selección, estructuración y construcción, esto es,
como interpretación.
Lo expresado guarda su razón de ser en el
hecho que de, desde el momento en que el observador escoge un determinado
sector de la realidad – entiéndase objeto de estudio – sobre el cual iniciar la
investigación científica, se encuentra poniendo en juego su propia
subjetividad. Pero esa subjetividad no aparece en escena sólo en lo que refiere
a la elección de un campo de estudio, sino en todo lo referente a ello, por
ejemplo, en la adopción de una determinada corriente o modelo epistemológico,
dentro del cual se elegirán determinados métodos, ya sea para estudiar, justificar
o incrementar los conocimientos, porque como señala Klimovsky “(…) entre los métodos que utiliza el
científico se pueden señalar métodos definitorios, métodos clasificatorios,
métodos estadísticos, métodos hipotético deductivos (…)”. [2]
Sucede que, al reconocer no varios y opcionales métodos, sino “el método científico”, se elimina la
multiplicidad y por ende las opciones subjetivas en la elección de los mismos,
algo que inmediatamente nos remonta al recuerdo de lo que, desde la época
moderna, anhelaba Descartes para el método de la filosofía, a saber: un método
universal y sencillo, constituido por reglas fijas dirigidas a descubrir la
verdad de lo que existe. [3]
Ello guarda estrecha relación con la
crítica de Thuillier, quien muestra que desde la concepción clásica se entiende
que la verdad está en la naturaleza, y corresponde al científico descubrirla,
no interpretarla, para lo cual éste debe callar su subjetividad. [4]
Pues bien, retomando el tema de la
observación entendida como mirada pasiva y receptiva, es preciso señalar que
desde dicha perspectiva se vislumbra la consideración de que, en la relación
sujeto-objeto, es el objeto quien representa el elemento activo, mientras que
al sujeto le corresponde el registro fiel de la realidad, y por lo tanto pasivo,
lo cual se justifica atendiendo a la objetividad de la observación realizada,
en la que a consecuencia de lo dicho no se reconoce una actividad
interpretativa. Contrariamente a ello, nuestro autor entiende que la
observación es una actividad interpretativa debido a que cuando observamos lo
primero que hacemos es describir, y para ello, indefectiblemente nos servimos
de ciertas nociones teóricas previamente adquiridas, y a las cuales se sumarán
los nuevos modelos teóricos que nos brindamos cada vez que nos disponemos a
observar, esto es, a interpretar. He aquí la concepción hermenéutica de la
observación, la cual nos permite ver que cada una de las definiciones
científicas que han tenido lugar a lo largo de la historia de la ciencia,
constituyen una relectura del mundo, las cuales se elaboran desde una
perspectiva epistemológica determinada. Es por ello que, como también indica
Thuillier, el científico no parte de un vacío
teórico.
En este sentido, Fourez nos muestra la
importancia de considerar que: “Una
observación sería por lo tanto, una forma de mirar el mundo, integrándolo en la
visión teórica antigua y aceptada”. [5] Según lo expuesto, a la ciencia le es
inherente una actividad de reflexión teórica, y no únicamente de registro de
datos fieles a lo real, lo cual debería conducir al científico a tomar
conciencia de que las proposiciones empíricas no se oponen a las teóricas, sino
que éstas son teóricas en sí mismas.
Es por todo lo expresado que, desde los
perfiles críticos, los hechos estudiados por la ciencia son concebidos no como
algo dado, sino como una construcción del sujeto cognoscente, o mejor dicho,
del intérprete de los mismos. Ahora bien, si admitimos lo dicho y pretendemos
ser consecuentes con las ideas aquí esbozadas, debemos conceder además que, las
mismas teorías científicas deben ser entendidas en tanto construcciones
culturales, sociales e históricas, y por lo tanto, las tan prestigiosas
verdades de la ciencia resultan ser no absolutas, sino históricas. No obstante,
ello no elimina la posibilidad de hablar de objetividad en ciencia, lo que sí
excluye es el gran equívoco de entender que la objetividad es aquella que se
halla a salvaguarda del sujeto y de la subjetividad que le es propia, porque
como destaca Fourez, la objetividad nunca es absoluta, sino relativa a una
cultura. En ello radica el elemento de fidelidad que nos es posible atribuir al
conocimiento científico, a saber: la obtención de conocimientos que son
adquiridos según convenciones establecidas por una comunidad cultural concreta.
Ahora bien, la concepción clásica lejos de
ser una simple concepción ingenua respecto de la ciencia, implica el
enmascaramiento de aquellos intereses que desempañan un rol de fundamental
importancia en lo que al curso de una investigación refiere. Con ello me
encuentro haciendo referencia al hecho de que el científico es un ser humano
que se halla inserto en una determinada sociedad, en una determinada
configuración lingüística, que adhiere a una determinada ideología, y que
además no se halla exento de ciertos intereses sociales, políticos, económicos
e incluso personales. Es así que, en las propias palabras del autor,
encontramos expresado lo dicho: “(…)
nuestro entorno nos condiciona, influye de modo manifiesto en nuestro modo de
mirar”. [6] Lo señalado
nos conduce a concluir que los saberes de los cuales somos partícipes se
construyen socialmente, por lo cual la ciencia debería ser entendida como una
construcción social e histórica, concepción que alberga la denominada
orientación socioconstructivista en la cual se inscribe el pensamiento de
Fourez.
Sin embargo, la reflexión precedente no
debe conducirnos a la errónea ilusión acerca de que el científico crea
realidades, por el contrario, lo que aquí se pretende afirmar es que los hechos observados son una construcción
del intérprete, no lo real.
Para finalizar, me interesa hacer
referencia al epígrafe que encabeza el presente repartido, el cual pertenece al
filósofo hermeneuta Hans-Georg Gadamer, ya que resulta preciso resaltar la
significación inmersa la citada frase. Pues bien, extrapolando al ámbito de la
ciencia la consideración manifiesta en dicho epígrafe, me interesa señalar la
relevancia que el mismo guarda en relación a lo reflexionado acerca del
carácter histórico de las verdades, y por lo tanto, a la ilusoria aspiración a
alcanzar verdades absolutas.
En efecto, lo que Gadamer pretende
expresar en dicha expresión, es la posibilidad
de acceder a la verdad, lo cual es posible lograr si como condición previa
nos aceptamos como sujetos históricos, inmersos en una existencia histórica que
nos condiciona pero que también nos permite ser originales en la significación
que cada uno de nosotros otorga a la vida, al mundo, y en definitiva a los
hechos históricos que constituimos y que a la vez nos constituyen, en una
retroalimentación constante. Por lo tanto, en este sentido, y sólo en éste, es
que nos es posible ser objetivos, reconociendo la praxis de nuestro ser como sujetos cognoscentes activos, compuesto
por ideas, sentimientos, creencias y prejuicios, y en definitiva, por una
subjetividad que nos es propia y de la cual no podemos desprendernos en ningún
momento de la vida.
[1] Gadamer, H. G.; “El
problema de la conciencia histórica”; Editorial Tecnos; Madrid, 1993.
[2] Klimovsky, G.; “Las desventuras del conocimiento
científico”; Editorial A-Z; Buenos Aires - Argentina, 1994.
[3] Ver:
Descartes, R.; “Discurso del método”;
Colección Austral, Espasa - Calpe; Madrid, 1975.
[4] Ver:
Thuillier, P.; “De Arquímedes a Einstein.
Las caras ocultas de la invención científica”; Alianza Editorial; Madrid -
España, 1990.
[5]
Fourez, G.; “La construcción del
conocimiento científico: filosofía y ética de la ciencia”; Ediciones Narcea
S.A.; España.
[6]
Fourez, G.; “La construcción del
conocimiento científico: filosofía y ética de la ciencia”; Ediciones Narcea
S.A.; España.
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