Filosofía
de la Ciencia
– Un perfil crítico acerca de
la labor
científica
–
Selección de texto
perteneciente a la obra “De Arquímedes a Einstein. Las caras ocultas de la
invención científica”, de Pierre Thuillier.
“Los
científicos, con paciencia y repetidos esfuerzos, acaban por escribir y
explicar cada vez mejor determinados fenómenos. Tal vez no lleguen a la Verdad
absoluta (lo que, por otra parte, pondría fin a la investigación científica),
pero resuelven, con mayor o menor exactitud, un gran número de problemas. Con
el transcurso del tiempo, se establece una selección de teorías. Aunque este
saber sea siempre parcial y susceptible de modificarse o cuestionarse,
resultaría vano impugnar radical y globalmente la fecundidad del trabajo de los
investigadores. Cualesquiera que sean los fallos, e incluso los errores, la
institución científica tiene, por decirlo así, un funcionamiento positivo y un
rendimiento apreciable. No se trata, por consiguiente, de negar los méritos y
los logros de «la ciencia» y sus servidores, sino de adoptar cierta actitud
crítica ante la imagen que con frecuencia se ofrece. A pesar de los trabajos
notables realizados por gran número de historiadores de la ciencia, siempre
están en boga numerosos «mitos». Mitos que presentan el «Método Experimental»
como el único que garantiza casi automáticamente el valor de los resultados
obtenidos o, peor aún, que hacen creer en la inmaculada concepción de las
teorías, como si los auténticos hombres de ciencia no tuviesen (y no debiesen
tener) creencias filosóficas, prejuicios, pasiones, fantasmas, etc. Sobre todas
estas cuestiones, que atañen «la imagen de la ciencia», es posible la polémica.
La objetividad,
repetimos, constituye un ideal. ¿Quién no sueña con una ciencia perfecta que
muestre la naturaleza tal como es? Pero estamos lejos de alcanzarlo. En
concreto, el investigador se ve obligado a correr riesgos, a apoyarse sobre
determinada concepción de la naturaleza, a postular relaciones que tal vez sean
inexistentes, a formular conjeturas audaces e incluso temerarias, a «manipular»
los hechos de forma a veces demasiado hábil. La índole de vulgata
epistemológica que oculta más o menos deliberadamente estos aspectos de la
realidad científica está orientada a ofrecer de ésta una imagen halagadora y,
por decirlo así, aseptizada: el Sabio es un espíritu puro, frío, neutro y
objetivo que se mueve en un vacío cultural e ideológico perfecto.(…)
Siempre se
acaba llegando a la misma conclusión: el hombre de ciencia se comporta como si
no tuviese un "perfil psicológico" singular; como si no tuviese una
afectividad, pasiones, cultura, convicciones personales heredadas de su
ambiente, y su educación; como si no tuviese historia ni, por supuesto,
inconsciente.” [1]
[1]
Thuillier, Pierre; “De Arquímedes a
Einstein. Las caras ocultas de la invención científica”; Alianza Editorial;
Madrid - España, 1990; p. 17-18 y 21.
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