Prof. Antonella Mármol Vila.
Asignatura: Filosofía y Crítica de los Saberes.
Curso: 1º Bach.
Un modelo de
vida filosófica:
Sócrates
Contexto
histórico-cultural.
Características
generales sobre su vida.
Es importante tener en cuenta el momento histórico
en el que Sócrates vivió para comprender mejor sus ideas, su lucha y también
sus principales problemas, algunos de los cuales le condujeron incluso a la
muerte.
El período de juventud de Sócrates acontece durante
la etapa de poderío de la ciudad de Atenas, la cual vivía su período de mayor
esplendor tanto político como cultural, principalmente luego de derrotar a los
persas. Paulatinamente, Atenas se transforma en un imperio y de esta manera se
logra ver nacer en sus ciudadanos un fuerte sentimiento de pertenencia,
fortalecido además por la participación del pueblo en las magistraturas; el
incremento de poder de la asamblea popular constituyó una de las
características más notables de dicho período.
A nivel cultural, Atenas se convirtió en una de las
ciudades más hermosas, exhibiendo inclusive sus obras maestras en los
monumentos públicos. Pericles[1],
contribuye al mantenimiento de dicho florecimiento cultural y otorgó protección
a destacados artistas.
Pero estas óptimas condiciones no perdurarían por
mucho tiempo. El poderío ateniense se vio seriamente perturbado por las guerras
tanto externas como internas, así como también por la peste que invadió la
ciudad. Durante estos acontecimientos fue transcurriendo la vida de Sócrates.
Sócrates nació y murió en esta ciudad, con la cual
se sentía fuertemente comprometido. Nació entre el 470-469 a.C. y murió en el
399 a.C. condenado a muerte. Fue hijo de un escultor llamado Sofronisco y de
una partera llamada Fenareta.
Sócrates crece en esta época en donde del
tratamiento de los problemas de la naturaleza se pasa al interés por los
problemas del hombre, cambio que se encontró estrechamente ligado a la
situación que se vivía en aquel entonces, no es casualidad que Sócrates
centrara su interés en problemas éticos y morales y no de otra índole.
Se dedicó a ser maestro y poco a poco fue
despertando en él, su misión de purificador de conciencias. Se dice que desde joven venía recibiendo mensajes o advertencias
de una misteriosa “voz”, “señal” o daimon (demonio interior). En “El Banquete” de Platón se comentan sus distracciones,
las cuales eran como largas abstracciones debidas a su intensa concentración
mental sobre ciertos problemas.
Amaba
la vida en la ciudad: “Nada me enseñan
los árboles y las flores, sino los hombres en la ciudad”; tanto así que sólo
abandonó la ciudad de Atenas para defenderla en la guerra. Se dedicaba a
dialogar con sus conciudadanos y se consideraba a sí mismo un tábano que
aguijonea a los demás para que se cuestionen a sí mismos sobre lo que hacen y por
sobre todo sobre lo que creen saber.
– La cuestión
socrática –
La misión que Sócrates se atribuía la hace remontar,
en la Apología, a la respuesta que en Delfos dio la Pitonisa[2] a su
amigo Querefonte cuando preguntó si había alguien que fuese más sabio que su
amigo Sócrates y la Pitonisa contestó que no. A partir de ese momento, Sócrates
se dedicó a conocer a los hombres con la finalidad de ayudarlos a que se
conocieran a sí mismos para convertirse en mejores personas. La elección de sus
discípulos respondía a la disposición moral e intelectual que éstos
manifestaran.
Sócrates, cabe señalar, consideraba que la misión
llevada a cabo por el maestro era sagrada, aspecto que nos conduce a denotar en
él su honda religiosidad, también expresada en el hecho de considerar a la
filosofía como un camino hacia la purificación. Sócrates tenía conciencia de
que su misión de educador era “divina”. Invitaba a los hombres a realizar un
examen diario de conciencia y creía que más que sentir vergüenza ante los
demás, por las faltas cometidas, había que sentir vergüenza ante sí mismo.
Según Sócrates, el hombre debía sentirse avergonzado consigo mismo por ocuparse
por sus intereses materiales y no dedicarse a purificar su alma. Su misión se
ve fortalecida con el dictamen del oráculo de Delfos[3]: “Conócete
a ti mismo”, y podemos decir que en esto consistiría el primer momento
de su magisterio, el protréptico,
vale decir el exhortativo, el cual sólo resultaría eficaz al realizar la
refutación, élenkhos, y es éste el
que hace un llamado a sentir vergüenza ante sí mismo. La refutación es
considerada un beneficio que brinda quien refuta, pero es además un deber desde
el punto de vista moral. Al realizar el examen de conciencia, el primer
resultado que se obtendrá será ser consciente de que no se sabe, ser consciente
de la propia ignorancia representaba para Sócrates un conocimiento verdadero.
El logos (la razón) es concebido por
Sócrates no como un instrumento, sino como una realidad autónoma, superior al
que razona, que se impone a la mente. De esta manera, el hombre mediante el
razonamiento se pone en contacto con un mundo más elevado. Es así que Sócrates
siente que posee en su interior una fuente de revelación: el ejercicio del
logos, que le abre las puertas a un mundo superior donde las cosas ya no son
medianas, relativas, apariencias, porque lo que esta revelación interior nos
entrega es la verdad misma, la verdad una, que se opone así, de la manera más
terminante, a la verdad múltiple, personal y caprichosa.
Volviendo al tema de la refutación es necesario
esclarecer que la persona que será refutada no debe adquirir una actitud
pasiva, sino que por el contrario debe ayudar en su refutación. Realizar la
refutación es indispensable para que el alma pueda llegar a la verdad. En este
sentido hay que tener en cuenta que, según el maestro, para lograr la
purificación espiritual, inteligencia y voluntad debían constituir una unidad,
sin la cual no sería posible la obtención del conocimiento verdadero,
conocimiento a través del cual se llega a conocer el verdadero bien. Mediante
la obtención del conocimiento se pueden derivar las normas universalmente
válidas de conducta. A partir de la unión entre inteligencia y voluntad, se va
generando un hábito definido como la posibilidad de autodominio, lo cual
significa la capacidad de vencerse a sí mismo y no ser vencido por sí mismo.
El método por medio del cual Sócrates conducía a los
hombres a conocer la verdad que ya existía en el alma de ellos mismos, se
conoce con el nombre de mayéutica. A
través de interrogantes, el maestro logra que sus discípulos busquen en su
interior las verdades innatas, estimulando de esta manera el surgimiento de la
investigación. Cabe señalar que, dichas interrogantes, iban acompañadas de la ironía, la cual cuando se encontraba dirigida hacia sus amigos, tenía como
finalidad liberar al entendimiento de los errores, mientras que por el
contrario, cuando iba dirigida hacia sus enemigos, ésta se convertía en un
instrumento utilizado con el fin de ridiculizarlos.
Es de destacarse que Sócrates no escribió nada,
debido a que prefería la palabra viva: “Pues
la escritura, que en esto se parece a la pintura, tiene de grave que sus obras
están presentes a ti como si fueran personas; pero si las interrogas, callan
majestuosamente. Así sucede con los discursos escritos”. Sócrates vivió su vida en constante búsqueda de la verdad, y en
esa búsqueda la escritura carecía de sentido; el diálogo en cambio era quien
tenía el rol fundamental, ya que como señala Xavier Zubiri “los testimonios más antiguos convienen todos
en que Sócrates no se ocupó sino de ética, y que introdujo el diálogo como
método para llegar a averiguar algo universal acerca de las cosas.”
Intelectualismo moral
Debemos señalar que el objetivo principal de
la actividad de Sócrates fue moral, lo percibimos al notar que sus preguntas se
referían a los valores morales, entendidos éstos como la posibilidad de
perfección del individuo. Dicha perfección consiste, según Sócrates, en la autarquía o autodominio, con lo cual se
constituye el ideal clásico del sabio moral: el héroe no es aquel que vence sobre
los demás, sino el que vence sobre uno mismo. El sabio entonces es el que, ordenándose
conforme a su inteligencia, logra dominarse a sí mismo, lo cual significa que
hay algo en uno mismo (las pasiones) que debe ser dominado y cuyo desgobierno
acarrea la infelicidad, la imperfección o el mal moral.
Pues
bien, para semejante propósito moral se precisa de un conocimiento distinto de
las especulaciones sobre el origen de la naturaleza, por lo cual en el
pensamiento socrático la mirada no ha de dirigirse hacia fuera y a los
comienzos, sino hacia dentro (hacia sí mismo) y hacia los fines (de las
acciones, de la vida humana). La filosofía tiene que ser autognosis
(conocimiento de sí mismo), porque sin el conocimiento moral no hay
autodominio.
Aclaremos
que la virtud no se basa en las costumbres, ni las convenciones, ni en los
hábitos sociales, ni tampoco en lo que podríamos llamar la buena disposición
natural, “el buen corazón”. Se basa en el conocimiento y en la aprehensión
intelectual de los valores. Sócrates trata de someter la vida humana y sus
valores a la razón, intenta racionalizar la conducta humana, ajustándola a
normas fijas y universales.
Sócrates consideraba que, si bien hay muchas
virtudes, todas mantienen una esencia en común: creía que la virtud es ciencia
y que la ciencia es virtud. La ciencia no consistiría en una mera acumulación
de hechos, sino que se constituiría por medio de conceptos estables, fijos e
inmutables. Asimismo, sostiene la creencia en que la virtud puede ensañarse al
igual que se enseña la ciencia. De esta manera se va forjando el camino de la
ciencia, mediante el paso desde los particulares hacia la unidad de lo
universal, por medio de la inducción. Pero Sócrates, además de la inducción,
también practicaba la deducción, aunque sólo para hacer aplicaciones prácticas
de los principios generales de conducta a los casos particulares.
Es preciso tomar en consideración que quienes
interpretaron la ética concebida por Sócrates como utilitarista, no lograron
captar el verdadero sentido de la cuestión, ya que según Sócrates quien posee
sabiduría, posee a la vez independencia de las cosas materiales, lo cual le
permitirá vivir con gran alegría.
Pues
bien, para ser virtuoso hay que conocer la virtud, pero además quien conoce la
virtud no puede dejar de ser virtuoso. Si sabe claramente qué es lo bueno,
¿cómo iba a hacer el mal? Si sabe claramente la relación que hay entre la
virtud y la felicidad, ¿cómo iba a no ser virtuoso? ¿Quién que supiera lo que
el mal significa lo iba a hacer? Esto significa que entendía que la mala
conducta moral es, en todos los casos, un error de conocimiento: el mal es
involuntario (en este punto Sócrates recibe muchas críticas, ya que se
argumenta que es posible actuar injustamente sabiendo que se está obrando mal).
De
la identificación del saber con la virtud se sigue que no hay varias virtudes
sino una sola virtud, la virtud moral, lo que es verdaderamente bueno para el
hombre y conduce a la salud y armonía del alma. Una consecuencia más importante
es, con todo, la de la posibilidad de enseñar la adquisición de la virtud (aunque
el método de Sócrates era dialéctico y no meramente expositivo, de su identificación
de la virtud con el saber, se deriva que la virtud puede ser enseñada). Cabría
aquí una distinción: el conocimiento intelectual de la virtud puede comunicarse
mediante la instrucción, pero no la virtud misma.
– El método socrático –
Podemos decir que el método socrático consta de dos
fases, a saber: la primera negativa y la segunda positiva. Para entenderlo
mejor, presentemos los pases que siguen las mismas:
1.
Fase negativa – Se realiza a través de dos pasos: ironía y refutación.
La ironía
consiste en fingir ignorancia acerca de un tema con el objetivo de hacer hablar
a la otra persona, para que ésta se explaye sobre el tema que cree conocer
bien.
La refutación
se realiza a través del diálogo y consiste en la demostración de la existencia de contradicciones en el propio
pensamiento. Tiene por finalidad eliminar las ideas falsas y conducir al otro a
tomar conciencia de su propia ignorancia.
2.
Fase positiva – Se denomina mayéutica.
La mayéutica
es el arte de ayudar a dar a luz ideas. Tiene como finalidad llevar al otro, a
través del diálogo, a respuestas no contradictorias y definiciones, para en
definitiva, llegar a la verdad.
Explicación del método
Cuando
a los hombres se les pregunta y se les pregunta bien, responden conforme a la
verdad. El secreto, entonces, está en preguntar bien, ya que quien pregunta
bien descubre la verdad que está dormida en la mente de cada hombre. La mayéutica, por lo tanto, exige el
ejercicio de la razón propia, dejando a un lado las meras opiniones, iniciando
así una búsqueda rigurosa que lleve al sujeto a sacar a la luz la verdad. Esta
fe socrática en la posibilidad del descubrimiento racional de la verdad, le
lleva a Sócrates a compararse irónicamente con su madre: la partera Fenareta
(mayéutica significa el arte de la
comadrona, de ayudar a dar a luz).
Mediante
la ironía, Sócrates hacía frente a las opiniones sin fundamento y a la
arrogancia de la conciencia dogmática que cree poseer la verdad. Consistía en
hacer preguntas que, bajo la apariencia de tener en alta estima el saber expuesto
por el interlocutor, mostraban, en realidad, la inconsistencia del mismo y
ponían al interlocutor en la posición de tener que reconocer su ignorancia,
quedando refutado aquello que estimaba antes como verdadero.
A esta
operación se creía con derecho Sócrates, ya que él mismo partía reconociendo su
ignorancia. Es famosa su frase “Sólo sé que no sé nada”; según se cuenta en la “Apología”
de Platón, cuando, preguntado el oráculo sobre quién era el más sabio de los griegos,
respondió que Sócrates. Éste, en cambio, lo interpretó en este sentido: que él
no era arrogante, que él era el único que reconocía su ignorancia. La ironía es
lo contrario de lo que hacían los sofistas: éstos cobraban un dinero a cambio
del saber que ofrecían; Sócrates no cobraba nada y empezaba por quitarte el
saber que creías tener. Sócrates comparaba la sofística con el arte culinario,
que busca satisfacer el paladar, pero no se preocupa de las digestiones;
mientras que su propio método, en cambio, es como la medicina, que no se cuida
de si causa dolores al paciente, con tal de restablecer su salud.
Como señalamos con anterioridad, el
segundo momento del método es la mayéutica, es decir, el arte de ayudar a dar a
luz la verdad. Consiste en conducir la conversación de modo que pueda surgir la
verdad del interior de cada uno, donde estaba latente. El hecho de que la
verdad procede de nuestro interior significa que no llegamos a poseer de verdad
sino aquellas verdades que producimos en nosotros mismos. Esta verdad que se
encuentra en el interior de cada hombre no es relativa a cada uno (Sócrates se
opone al relativismo sofístico), sino que es común, es verdad en sí, objetiva.
Se
trata de buscar la definición (la esencia) de lo que se está considerando.
Sócrates preguntaba incansablemente ¿qué es?... la justicia, la felicidad, el
bien, etc., para alcanzar, por encima de la pluralidad de casos en que se
predica el concepto, la unidad de la definición. Este procedimiento del diálogo
socrático consiste en buscar la definición por medio del razonamiento inductivo.
Según
Aristóteles, El razonamiento inductivo y la definición son las aportaciones de
Sócrates a la filosofía.
– Muerte de Sócrates –
Mientras Sócrates desempeñaba su misión, se estaban
gestando situaciones que lo conducirían a la muerte. En el año 399, Meleto,
Ánito y Licón, acusan a Sócrates de corromper a la juventud, de desconocer a
los dioses patrios y de introducir seres demoníacos, y por tales motivos piden
su muerte.
Según relata la Apología platónica, Sócrates fue
juzgado y condenado a muerte. Sócrates fue encarcelado y treinta días después
de su sentencia, su amigo Critón le avisa que al día siguiente tendrá que morir
y le pide que acepte la fuga que él y sus amigos le prepararon, fuga que
Sócrates rechaza, muriendo víctima del veneno que el carcelero le trae para que
beba.
Debido a la serenidad con la que enfrenta su condena
y al rechazo hacia la fuga que le fue preparada, su muerte adquiere un sentido
heroico.
[1] Pericles (495- 429 a.C.) fue un
influyente político y orador ateniense en los
momentos de la edad de oro de la ciudad (entre las Guerras
Médicas y las del Peloponeso). Se lo
consideraba un hombre honesto y lleno de virtudes. El periodo en el que
Pericles gobernó Atenas es conocido como el Siglo de Pericles. Pericles promocionó las artes y la literatura, razón por la cual Atenas tiene la reputación de haber sido el centro educacional y cultural de la Antigua Grecia. También se lo recuerda
por haber comenzado un ambicioso proyecto que llevó a la construcción de la
mayoría de las estructuras supervivientes en la Acrópolis de Atenas, incluyendo el Partenón.
[3] Un oráculo es una respuesta que da
un dios por medio de sacerdotes o de la Pitonisa, o incluso a través de
interpretaciones de señales físicas (tintineo de campanillas, por ejemplo), o
de interpretaciones de símbolos. También se llama oráculo al propio lugar en que se hace la consulta y se
recibe la respuesta. El oráculo más famoso por excelencia, fue el de Delfos, célebre sitio donde la Pitia
profesaba las sentencias de Apolo.
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